‘Viva México’: un libro sobre la vida y la violencia, en los ojos de Alexandra Lucas Coelho

El escritor mexicano-canadiense Ángel Mota ha conversado en exclusiva con la escritora y periodista lusitana Alexandra Lucas Coelho sobre su libro «Viva México»

Alexandra Lucas Coelho trabajó durante treinta años como periodista, primero en la radio y luego escribiendo para el diario Público ( el más importante de Portugal). Foto: Rui Gaudêncio

Como cada año, me puse a hojear la programación del Festival Blue Metropolis de Montreal, esta vez en su edición 2021. Fue un motivo de alegría aún mayor dadas las circunstancias. Se canceló el festival el año pasado a causa de la pandemia y con ello se me privó, se nos privó, de uno de los eventos literarios más importantes de Montreal. Es así como descubrí que Ingrid Bejerman, la directora de programación en español y en portugués, había invitado a Caetano Veloso y a la escritora y periodista lusitana Alexandra Lucas Coelho a un panel bajo el título: Em outras palavras: conversa com Caetano Veloso. No lo dudé dos veces. Quería ver y oír al músico que he escuchado y apreciado por años. Mas, no sólo se cumplió mi deseo, si no que descubrí a Alexandra.

Durante el panel, en la conversación en torno a su libro Cinco voltas na Bahia e un beijo para Caetano Veloso, la escritora me intrigó en su toma de posición respecto a la historia de Brasil. Comentó (resumo); «escribir sobre Bahía tiene un sentido muy profundo. No sólo ahí comenzó, en 1500, nuestra cronología y nuestras dificultades (en la relación Brasil con Portugal). La historia de Bahía es una historia fundada en la violencia, una violencia inimaginable en nuestros días. De la muerte y exterminio de los indígenas, culturas y lenguas, siguió la violencia del tráfico de los esclavos traídos de África. Yo tengo esta historia, cargo con esta historia ¿Qué hacer con ella, con esta herencia? Mi libro trata de responder a esa pregunta». Animado y con muchas preguntas tras escuchar la conversa, no dude en hacer una pequeña investigación sobre la autora portuguesa. Descubrí, con sorpresa, que Alexandra publicó también un libro sobre mi país de nacimiento, con el título Viva México. En seguida escribí a Ingrid compartiéndole mi vivo interés en conversar con la autora. Ingrid tardó menos de un día en ponerme en contacto con la ella. No lo podía creer.

Sé ahora que Alexandra Lucas Coelho trabajó más de treinta años como periodista. Primero diez años en la radio, donde empezó su carrera relatando momentos muy importantes de nuestra historia moderna, como son la caída de la Unión Soviética y la guerra en Bosnia. Luego escribió durante veinte años  para el diario Público (el más importante de Portugal). Desde el 2001 ha hecho la cobertura de los conflictos que han cimbrado al mundo como son el de Israel con Palestina, del Líbano, Siria, Jordania, Irak, Egipto, Turquía, Pakistán, Afganistán, México y Brasil. De hecho, fue corresponsal  en Jerusalén y Río de Janeiro. Por esta labor periodística ha ganado varios premios en Portugal. Como creadora ha escrito catorce libros y entre ellos cuatro novelas y libros para niños. Su primera fue E a Noite Roda, la cual ganó el primero premio de la asociación de escritores portugueses. Su segunda novela, O Meu amante de Domingo, la que fue traducida al francés por Éditions du Seuil, obtuvo el galardón del Time Out Book of the Year, su tercera novela Deus-dará salió finalista del gran premio de la asociación de escritores de Portugal. Ahora está haciendo el programa Volta ao Mondo em Cem Livros, para la televisión pública de Portugal: RTP.

Con este historial, contenido, intereses y perspectivas histórico-políticas, la lectura de su libro Viva México resultó imperiosa y la posibilidad de entrevistarla respecto a su labor una posibilidad mágica. Es así como me adentré a leer su libro.

En Viva México sobresale la calidad del contenido, no sólo porque Alexandra se adentra a un México profundo, con mucha ética periodística, respeto a nuestro país y a las personas que encuentra, va al corazón de los sitios más inusitados, a los que incluso una gran parte de mexicanos no irían, no digamos extranjeros, como son el barrio de Tepito en la Ciudad de México, un centro de refugiados centroamericanos en Ixtepec, Oaxaca y en Ciudad Juárez. Alexandra, con humildad y un gran espíritu de deseo de encuentro, entrevistó a personas de diferentes extractos sociales y culturales, quiso informarse sobre la realidad social, artística, histórica y cultural de estos lugares, así como de cada uno de los que visitó en Chiapas y Yucatán, abarcando temas que van de la historia, la vida actual de los indígenas, las contradicciones y discrepancias sociales, rasgos de la identidad mexicana, los fundamentos de ciertas bases históricas, la violencia, así como sobre el arte y la arqueología. Se interesó en saber qué ha sido y qué pasó con el movimiento zapatista tras la desaparición de Marcos y el silencio del movimiento. El libro se presenta como una crónica de viajes, mas, en realidad, lo que leemos es la labor de una gran periodista que desea conocer, pero realmente conocer y entender lo que acontecía en el México del 2010.

Su labor, de esta forma, resulta muy relevante, siendo que da a conocer a los lectores de habla portuguesa parte de una complejidad social, cultural e histórica que la mayoría de los extranjeros desconocen. Incluso que muchas veces resulta difícil o polémico ver desde dentro, hasta discutir como mexicanos. Como son, por ejemplo, ciertas bases de la identidad mexicana basadas en la historia que son y han sido motivo de maniqueísmo nacionalista y político. El tema de la violencia es omnipresente e intenta entender por qué y de dónde viene. De la misma manera, muestra con gran maestría lo que, en el 2010, estaba sucediendo en Ciudad Juárez y por qué. Va a lo hondo de los hechos, visitando una morgue, un centro de ayuda a mujeres refugiadas de la violencia, encuentra a la procuradora de justicia, entrevista a personas clave que intentan, pese a todo, cambiar el rumbo de la violencia. Es, sin lugar a duda, su mejor capítulo, junto con aquel dedicado a Tepito y a los refugiados centro americanos.

Como un viaje al deseo de conocer, de palpar, de bañarse en lo profundo de un país sumergido en la violencia, Alexandra cuenta México, lo relata, lo siente. De esta forma, yo quise mirar detrás de los ojos de la autora, quise seguir los pasos de la periodista en su viaje y ver lo que se esconde detrás del libro ¿Cómo se logró escribir Viva México y cómo se sintió ella en su viaje? Con mucha amabilidad,  a pesar de estar muy empeñada con los programas que está haciendo para la televisión pública de su país, no sólo aceptó concederme una entrevista si no que respondió con unas nociones y reflexiones que merecen ser recordadas por siempre.

Portadas de ‘Viva México’, el libro que Lucas Coelho dedicó al país norteamericano.

Lo primero que me sorprendió al comenzar a leer tu libro fue tu honestidad y toma de posición al confesar que no conocías nada de México. De lo que surgen varias preguntas en una. ¿Cómo nace la idea de ir a México?, ¿Qué te alentó a escribir sobre el país? Sin lugar a duda fue un reto, ¿cómo hiciste para conducirlo, afrontarlo?

Cuando digo que no sé nada de México es totalmente verdad, pero a la vez no, porque todos sabemos algo de México. Los nombres de los que hablo al principio del libro, eso es lo que tenía conmigo sobre México: Octavio Paz, Le Clézio y una mezcla de muchas cosas; Frida Kahlo, Luis Buñuel, Artaud y los tarahumaras. Una mezcla que tiene que ver con los libros, pero también con el cine, con las artes visuales. Y claro que para decidir viajar tienes que saber algo, pero sobre todo tienes que desear saber mucho más, ese es el mecanismo. ¿Por qué México?, porque me encantaba desde antes, tenía un principio de amor, sospechaba que iba a ser importante para mí. Había una atracción por aquel lugar, y luego por lo político, la coyuntura, por la historia colonial, los indígenas. Todo eso fue un factor en el 2010, y se además se hablaba mucho de Cd. Juárez. En ese tiempo los números de asesinatos por habitante eran los peores en el mundo. Decidí entonces ir a México para poder saber mucho más. Me quería sumergir en su mundo. Empecé a pensar en cómo convencer al periódico para lograrlo. No es tan fácil; hay que encontrar los argumentos para disuadir a los editores de que es una buena idea enviarte a México, porque es caro hacer el viaje. De este modo, lo político, lo que estaba pasando en Cd. Juárez me ayudó a convencer a los jefes del periódico y a los responsables de este proyecto.

«Lo que viví en México, lo intenso, la variedad de cosas, las consecuencias, el impacto en mi vida, todo eso ha sido tan mayor que el tiempo, digamos oficial, real, si quieres, que yo he pasado ahí, es de una desproporción muy grande».

Así es como empecé. Exactamente como hice cuando fui a Afganistán, que era una pasión muy antigua, por muchas razones. Yo había estado ahí en el 2001, en la frontera entre Afganistán y Pakistán, después del 11 de septiembre. Intenté hacer un plan de reportaje en México con poquísimo dinero, con un mínimo de presupuesto posible y de días. Por eso me fui tan poco tiempo. Pero lo que pasó ahí es una cosa mágica, como si el tiempo se hubiera abierto: lo que viví en México, lo intenso, la variedad de cosas, las consecuencias, el impacto en mi vida, todo eso ha sido tan mayor que el tiempo, digamos oficial, real, si quieres, que yo he pasado ahí, es de una desproporción muy grande (comparado con todo lo que viví). Ese viaje ha sido muy importante para mí. De ahí ha nacido este libro, que es un libro largo, pero ha sido más que eso, ha sido el encuentro con el mundo colonial español, con el mundo indígena. Y políticamente, personalmente, poéticamente, estéticamente para mí ha sido un cambio muy grande, que me ha impactado muchísimo. Después de volver de México, a finales de mayo del 2010, o principios de junio, decidí irme a vivir a Brasil. Había estado mucho tiempo escribiendo sobre el colonialismo inglés, francés, otomán, israelí en el oriente medio, luego tuve esta experiencia de México y comencé a pensar: “tengo que irme a vivir a Brasil”. Quería tener la experiencia de vivir en el territorio más grande colonizado por Portugal, pero esa es otra larga historia. Todo esto para explicar que tenía todas estas motivaciones para irme a México, en el 2010. Convencí al periódico y me fui. Del viaje publiqué una serie de reportajes en el periódico y después empecé a escribir el libro, que incluye también los reportajes, pero en otro contexto. Con lo cual no es una serie de reportajes, de modo alguno, pero incluye esos textos, con algunos cambios. Y así ha sido.

Entonces, “Yo no sabía nada de México”, pero sospechaba algo. De hecho, las primeras palabras del libro son: “No sé nada de México y tengo una mochila”.  Ese “Y yo tengo una mochila” me pone en movimiento.  En sí, contiene el deseo de saber y el inicio del viaje. Luego durante el viaje ha habido un amor muy profundo, una conmoción muy profunda.

Anotaciones de la autora en uno de sus cuadernos de viaje referentes a su último libro publicado.

En tu reportaje, que llamaré crónicas, abordas con mucha soltura lo cotidiano, los barrios, lo social, la cultura, los dilemas históricos, y vas, en la Cd. De México, de la colonia Condesa, la Roma, Tlatelolco, Coyoacán, Cd. Universitaria y te adentras en el infamado Tepito.  Hay con esto una necesidad en tu libro de mostrar lo profundo, lo popular, las razones y realidades problemáticas histórico-identitarias que muchos, no sólo en el extranjero si no en México, no ven o desean ver o cuestionar. ¿Cuál es tu filosofía como escritora y periodista respecto a esto? ¿Qué es lo que te motivó a tener este tipo de óptica? ¿Cómo lo logras?

Es muy orgánico. Siempre me ha interesado el cruce entre todas estas dimensiones, que son las dimensiones de la vida. No puedes entender nada del presente si no conoces un poco del pasado, si no estudias, si no lees, si no lees la historia, la antropología, a los poetas, a los creadores. Si no tienes todo esto contigo va a ser mucho más difícil entender lo que tienes delante de tus ojos. Unas cosas te hacen entrar en otras. Sí, la historia, la antropología siempre son importantes en todos los viajes que hago, pero no sólo en los viajes, (también) en los libros que escribo, incluso en las novelas. Las cuales siempre se conectan con la dimensión histórica.

Me acuerdo de que la primera vez que estuve delante de esos enormes murales de los artistas mexicanos, de Rivera, por ejemplo, me interesó mucho el orden de los tiempos entre pasado y presente. Y esto porque los murales contienen la historia, nuestra estratificación de los tiempos históricos, que es mucho lo que sentí en México. Estábamos en el 2010 pero estábamos en 1500, estábamos antes del 1500, y estábamos en el futuro y ¿qué futuro era ese? La frontera de Cd. Juárez con los Estados Unidos, aquella era una imagen apocalíptica total de un futuro terrible, de nuestro futuro como humanos y una imagen de en donde está la humanidad. Esto lo vi cuando empecé a entender lo que eran las maquiladoras, la verdad de las maquiladoras. Bueno, te voy a contar sobre Cd. Juárez en otro momento.

Siempre se mezcla todo porque todo está mezclado: la pasión, el amor, el dolor, la belleza en medio del dolor, de la tragedia, de la violencia, y en medio de la violencia tienes el amor, tienes la cercanía de la gente. Entonces viajar, sumergirse en un lugar es ser atravesado por todas estas dimensiones. Para mí no hay otra forma de hacerlo; es una experiencia del cuerpo y del pensamiento, siempre en movimiento. Debes tener primero una idea de adónde quieres ir. Sí, yo sabía que deseaba ir al norte, que tenía que estar en Cd. Juárez, que quería ir al sur indígena, y conocer todo eso. (Además), debes tener un plan y determinación, sobre todo cuando tienes poco dinero y muy poco tiempo. También tienes que estar muy abierto para sorprenderte, para cambiar el plan. Es una cosa muy, muy orgánica. Sobre todo; tienes que querer saber. Esa es la cosa. Volviendo al principio: “no sé nada de México”, esto quiere decir: yo quiero saber, y cuando tú quieres saber, quieres preguntar, quieres escuchar las respuestas, que siempre son muchas.  Así pasó todo y estaba sola, enteramente disponible para el viaje.

A través de tu trayectoria periodística he visto que te adentras a los sitios más peligrosos del mundo, en momentos cruciales de la historia actual, como por ejemplo durante los conflictos entre Palestina e Israel, la invasión a Irak o la muy reciente guerra en Siria. Tu crónica sobre Palmira, durante lo férreo del conflicto, es ejemplar. Veo lo mismo en tu libro Viva México. En la Cd. De México escribes sobre las ruinas mexicas, en Oaxaca sobre las zapotecas y en Chiapas y Yucatán sobre aquellas mayas, mas no solo en torno a lo histórico, si no en su relación con lo social hoy en día. ¿por qué? ¿Cómo concibes esta relación, violencia, social, historia antigua, en el caso de Viva México?

No es posible leer el presente, mirar hacia el futuro si no tienes la historia. Es imposible. Y la historia está con nosotros, los muertos están con nosotros, están vivos en nosotros, todos los días: los asesinados, los esclavizados, las mujeres que siempre son violadas, esclavizadas. Todo eso está siempre con nosotros. No podemos cambiar el pasado, pero podemos decidir qué vamos a hacer con el pasado, cómo vamos a vivir el presente, cómo vamos a construir el futuro. Eso sí es una responsabilidad de cada uno. ¿Qué voy a hacer con mi país que ha traficado entre continentes y esclavizado a 6,000 millones de africanos? No me interesa el mecanismo de la culpa, porque es un mecanismo judeocristiano que me parece inútil. Las personas expían la culpa y ya está. Eso no me interesa. No se trata de expiar una culpa, se trata de ver qué vamos a hacer con esto para hacernos humanos, para no perder nuestra humanidad. ¿Qué vamos a hacer con esta historia?, ¿cómo vamos a transportarla?, ¿cómo vamos a honorar a los muertos y a estar con los vivos? Es mucho eso; es la conciencia. Lo cual se en el mundo indígena: esta conciencia de que los muertos están con nosotros. Y así debe ser. Podemos aprender con ellos todo el tiempo, nos enseñan continuamente. En momentos diferentes de nuestra vida podemos aprender cosas diferentes con los muertos, porque siempre están ahí para educarnos. Yo viajo con todos estos muertos, con sus historias, con su belleza, con sus inspiraciones, con la violencia que no queremos que pase más. Eso es.

«¿Qué voy a hacer con mi país que ha traficado entre continentes y esclavizado a 6,000 millones de africanos? No me interesa el mecanismo de la culpa, porque es un mecanismo judeocristiano que me parece inútil».

Con esto me acuerdo de las noticas que estoy leyendo y acompaño sobre Canadá, sobre las fosas comunes de niños indígenas. Todas estas historias de horror, de violencia colonial, de destrucción, de masacre, están bajo nuestros pies, en el llamado Nuevo Mundo, sea en Norte América que en Sur América. Todos estos fantasmas, todos estos muertos siempre vuelven cuando las personas quieren ocultarlos. Ellos están ahí. Es lo que está pasando ahora mismo en Canadá. La historia, el pasado se queda delante de nosotros, de nuestros ojos, diciéndonos, mostrándonos, enseñándonos qué es el futuro. Y el futuro es una forma de decirnos, de preguntarnos ¿qué futuro queremos?, ¿qué vamos a hacer con esto? ¿Qué transformación?, ¿qué cambio puede haber en nosotros, en cada uno de nosotros, cuando estos muertos vuelven para hablarnos?

México me impactó mucho, mucho.  El tiempo ahí se ha abierto para que yo pudiera vivir varias dimensiones, diferentes, mucho más largas de las horas que estaban pasando. Esto es la multiplicación de los tiempos. Si transportas contigo estas dimensiones estás mirando el futuro, estás mirando cómo mantenernos humanos, cómo somos humanos a pesar de toda esta violencia, de todos estos muertos. ¿Cómo vamos a mirar el día de mañana para que estemos vivos, juntos? 

Foto: Rui Gaudêncio

Uno de los capítulos más impresionantes de tu libro es sin duda aquel dedicado a Ciudad Juárez. ¿Por qué ir a Ciudad Juárez?

Ya expliqué un poquito antes que era importante por cuestiones de actualidad, para justificar los reportajes, e hice un reportaje muy largo sobre Cd. Juárez, que fue una portada de la revista del periódico. Yo había leído al periodista y ensayista estadounidense del que hablo (en Viva México), Charles Bowden (autor de Juarez: The Laboratory of our Future), tuve correspondencia con él y con una incansable pesquisidora y archivista de la violencia, Molly Molloy. Ambos fueron muy importantes para mi consciencia de lo que era Juárez, de lo que eran las maquiladoras, de la violencia de la frontera entre EE UU y México, de la violencia de las muertes, la violencia de la vida de todos los días en esta zona. Claro que eso es pensar lo que es EE UU, la historia colonial, la colonización actual y la opresión capitalista de ahora.

Ha sido muy poco tiempo en Juárez, pero con un anfitrión muy exquisito, Julián Cardona, un fotógrafo fantástico y un gran intérprete de las raíces de la violencia en Juárez, de quien hablo en el libro. Le agradezco muchísimo. Sin él hubiera sido imposible mi labor. Siempre estuvo conmigo los días en que estuve en Juárez. Sitio que para mí fue una mirada hacia el núcleo, hacia el interior del capitalismo salvaje. Una mirada trágica y una mirada a lo negro que puede ser el futuro humano y al mismo tiempo es una mirada de la lucha, de la resistencia. Como estas niñas raperas (Batallones Femeninos; las raperas más activas de Cd. Juárez), todas las mujeres (que se organizar para ayudarse), o gente mayor como Peter y Betty (Peter Hinde y Betty Campbell, dos activistas, en contra de las políticas económicas estadounidenses en Cd. Juárez), dos octogenarios cristianos de los Estados Unidos que vivían ahí, compartiendo su vida con los demás, en los barrios más pobres. Como en todo lugar, ahí encuentras gente excepcional que da lo mejor de sí, para ayudar y resistir. Entonces Juárez es todo eso.Creo que sería difícil entender muchas cosas de lo que es México ahora si no hubiera estado ahí.

Durante todo el capítulo mantienes una distancia muy profesional respecto a lo que observas, te dicen, lees y encuentras, mas, ¿cómo te sentías tú durante toda tu estadía, como mujer, europea y periodista que ha estado en los peores conflictos de nuestro mundo actual?

Ahora se habla mucho sobre esta cuestión del lugar de habla: ¿por qué una portuguesa escribe sobre México o sobre Afganistán, o Palestina, que son casi 20 años de mi vida, de amor. Por supuesto, yo seré la primera en luchar para que mis hermanas las negras, las mujeres, los negros, los gays, los oprimidos, los que nunca han tenido palabra, puedan hablar y tengan ese lugar de habla, pero al mismo tiempo el arte, el periodismo, no se pueden encerrar en un lugar en que sólo un mexicano hable de México, sólo un negro hable de negros, sólo una mujer hable de mujeres, sólo un hombre hable de hombres. No puede ser; tenemos que luchar por más libertad no menos libertad. Entonces la lucha de todas estas libertades es una lucha para hacer más libertades no menos. De este modo, yo quiero escribir sobre todo lo que me plazca e interese, con toda la pasión y dedicación que pueda. Es decir, claro que este libro es un libro de una portuguesa que está escribiendo sobre México, no es un libro de un mexicano que escribe sobre México. Siempre escribimos a partir de nuestra experiencia, pero cuando yo llegué a México en el 2010, sí, yo era portuguesa y una europea, sí, es verdad, pero también es verdad que yo ya no era sólo una portuguesa, una europea, si no una portuguesa y una europea que tenía ya más de 20 años de trabajo en muchos lugares, que había vivido en otras partes, que había cubierto el medio oriente. Viví en Jerusalén. Había sido cambiada por todas estas experiencias. Es decir, yo creo que la identidad está en movimiento y así debe ser. Nosotros somos de todos los lugares a los que nos damos.

«Yo creo que la identidad está en movimiento y así debe ser. Nosotros somos de todos los lugares a los que nos damos. Soy también brasileña, palestina, un poquito mexicana».

Soy también brasileña, palestina, un poquito mexicana. . Todos los lugares a los que nos entregamos son un poco nuestros y nosotros somos un poco de ahí también. Esto no es una arrogancia, ni una apropiación, es simplemente así. Si haces tu labor con verdad, con entrega, pues algo de ti va a quedar en ese lugar y algo de ese lugar te cambió. Ya no eres la misma persona. Claro que yo ya no soy la misma Alexandra que llegó a México. Después de haber viajado ahí fui una persona diferente, cambiada por México. Entonces eso se queda en ti como un residuo. Ya eres otra. Lo que me interesa en la vida es esta posibilidad de transformación, de variación, que es muy indígena también. Con los indígenas de Brasil hay todo un pensamiento que tiene que ver con la transformación, con la posibilidad de que tu vida sea atravesada por varias vidas. La vida es un cambio constante, es una identidad en cambio. No está fija, no está concluida, espero, si no te mueres. Entonces es eso, es un proceso continuo de transformación y de movimiento.

Los cuadernos de viaje de la autora, que se han convertido en elemento indispensable de su proceso de documentación y observación.

De ahí la pregunta que le hiciste a varios de tus interlocutores y que me hice a cada página, mientras te leía: ¿tuviste miedo?

Claro que sí, tuve miedo en Juárez, en otros lugares. El miedo nos protege también. No puedes quedarte paralizado. Pero el miedo es también una forma de respeto a lo que tienes delante de ti. Si no tienes miedo alguno es que no tienes suficiente respeto, no sabes lo suficiente sobre lo que está delante de ti. Tienes que saber que lo que está delante de ti es una cosa fuerte, que tiene una historia, que tiene intensidad, una complejidad. La violencia de México es compleja. Entonces tienes que respetarla, la tienes que respetar mucho y a tu miedo. El miedo te enseña a ser ágil, diestro. Pero no te puedes paralizar, si no te mueves no haces nada. A partir del momento en que te pones en movimiento entonces todas tus antenas deben estar bien conectadas. Eso es lo que pasa en los viajes al estar viajando solo y cuando te gusta realmente lo que estás haciendo. Todo tú estás conectado, tu cuerpo es una gran antena, alerta para todo. Sí, claro, yo no cogí un avión y me fui a Juárez sin hablar con alguien antes, eso sería estúpido y una falta de respeto a esa realidad. Por eso he leído lo más posible sobre Juárez, después contacté a Julián, me recibió como anfitrión, me dijo: “Hola, te quedas en este hotel, vamos a hacer así y así.” Tienes que hacer así cuando vas a lugares muy complicados, barrios, partes de ciudades. Tienes que contactar personas, tener gente dentro, si no, no vas a entender nada. Es como entrar en las cosas con la gente de dentro, eso es tu mejor aliado contra el miedo; nunca estar sola.

¿Qué es lo que más te impactó?

Lo que me impactó más fueron las personas de las que hablo en el libro: la obrera de una maquiladora. Toda una historia. Peter y Betty, de los que ya te hablé. Como la amabilidad puede vivir en medio de la violencia extrema. Es una gran visión de humanidad, de lo que somos, del horror, de lo que el humano es capaz, lo mejor y lo peor del humano están ahí.

Mas quisiera tomar esta pregunta para hablar de otro lugar, porque una de las imágenes más fuertes de México, de este viaje, que está todavía conmigo y siempre hablo de eso, es cuando hablo de emigrantes. Las imágenes de todos estos emigrantes en Ixtepec, estado de Oaxaca, en este refugio de un sacerdote católico, Alejandro Solalinde (Albergue del Migrante Hermanos en el Camino). Yo fui ahí un día que llovía mucho, un día muy gris, muy melancólico, sucio, el suelo estaba lleno de lodo. Cuando llegué a este refugio del padre ─yo había leído antes sobre él─, fue una imagen que me impactó de un modo que no podía hablar, no sabía qué hacer. Fue tan fuerte que tuve que ponerme de espaldas frente a todo aquello y hacer un esfuerzo muy grande para no llorar, porque no iba a llorar delante de estos hombres y mujeres. Mujeres embarazadas, gente que había venido de toda América central: Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador. Gente que huía de la mayor violencia, de la represión, de la pobreza extrema, y que había entrado por la frontera sur para tomar la bestia: este tren que va hasta la frontera norte. Intentaban cruzar México hasta EE UU. Era una imagen de fragilidad, era la humanidad ahí como un arca de Noé.

Me acuerdo de que el sacerdote les mencionaba los peligros que iban a enfrentar con los carteles, las bandas, todos los peligros de ser raptados, violados, asesinados, hasta llegar a la frontera con EE UU y después ahí también. Era una sensación impresionante de gente que no tenía nada que perder, porque lo que había dejado detrás era tan violento, porque lo que estaba delante de ellos era tan violento, tan peligroso. Muy pocas veces en mi vida he tenido esta sensación de mirar un conjunto de humanos ─como yo─, que estaban ahí bajo la lluvia, como la lluvia de un tiempo apocalíptico. Era como si mirásemos la posibilidad de la muerte todo el tiempo delante de nosotros. Nunca he olvidado esta imagen de estos emigrantes ahí; el horror de las fronteras, el horror de todas las fronteras, el horror de estas fuerzas: unas oficiales, estatales: las de México, las de Estados Unidos y las fuerzas de los ejércitos no oficiales: de los carteles del tráfico humano, de drogas. Todos estos explotadores de personas; unos que trabajan para el estado otros paralelos al estado, pero todos son una red. Una violencia terrible que vemos en estas caravanas de emigrantes en dirección a EE UU. Yo creo que escribimos contra la muerte, claro, escribimos contra las fronteras. Yo escribo contra las fronteras, en general.

La conclusión de tu libro me intrigó y me encantó. Evocas la pintura de Frida Khalo, de los huesos que salen del cuerpo, como un espejo de cómo te sientes al dejar México. ¿Podrías hablarnos más sobre esto?

Frida sigue conmigo (desde mi viaje a México), hace parte de mi vida, me siento muy feliz por haber pasado mucho tiempo con ella. La experiencia de un libro es muy bonita también por eso, porque te hace pasar tiempo con los muertos y con los vivos que has conocido en tu viaje, y el libro es también una manera de prolongar todo eso que has vivido, y Frida está aquí conmigo, como un talismán, claro, incluso con el libro de su ropa que tengo delante de mis ojos, ahora mismo, aquí en mi casa, y México está conmigo, por siempre.


Angel Mota (Ciudad de México, 1970) es escritor. Desde 1992 reside en Montreal. Doctorado en literatura comparada en la Universidad de Montreal. 

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