Este 2020 nos ha traído un sinfín de retos. Hace un año, para estas mismas fechas, uno se encontraba planeando las celebraciones de fin de año; compras para los seres queridos, cenas, viajes para visitar a familiares, reuniones de trabajo con motivos festivos; esa sensación de calidez que suele acompañar diciembre.
Hoy, aunque el mes sigue siendo el mismo, el mundo, la vida, la rutina, tú y yo, ya no somos los mismos.
El mundo ya no fue el mismo después de marzo 2020; ocho meses atrás veíamos lejana la época navideña, y esta, a pesar de que el mundo en este preciso momento esté de cabeza, llegó, y con esta varias emocionen que nos arrojan al vacío sin saber dónde vamos a aterrizar, y esto cómo no va a causar miedo.
Lo noto en mis sesiones, ahí con mis clientes, quienes son mis grandes maestros y me hablan mucho de sentir nostalgia, rabia, enojo, incertidumbre. Lo siento también yo, porque, aunque sea psicoterapeuta, no dejo de ser humano, y por lo tanto sentirme vulnerable e indefensa; con un cuerpo que me dice, “esto no me deja respirar”.
Pero vamos por partes; las fiestas decembrinas son complejas por sí solas; para algunas personas significa armonía, familia, cariño, calidez, pero para otras, pueden disparar sensaciones de nostalgia y tristeza. Además, si le sumamos que el fin de año tiene esta característica de poner en tela de juicio todo lo que se hizo o se dejó de hacer en el año, pues la voz interna juiciosa que todos llevamos dentro dice, “¡Eres débil!”, “¡No haz hecho nada bueno este año”! ,“¡Tienes que poder con esto!”
Y no es más que una parte interna de nosotros que se guía por la idea culturar y social que valora el quienes somos por lo que hacemos y logramos. “Dime qué meta lograste, y te diré quien eres”. Además, sumémosle que este año ha sido distinto. Nos ha sacado a todos de nuestra zona de confort de una forma abrumadora. Así que, si lo vemos todo junto, el paquete es pesado. ¡Muy pesado!
Nos falta ubicar el contexto; por ahora describo esta experiencia desde el hemisferio norte, que es donde vivo. Acá en Toronto, el invierno viene acompañado de frío, días cortos, falta de luz, y en muchas ocasiones mucha nieve. Sin embargo, como menciono antes, diciembre suele verse lleno de luces festivas, tanto, que una Navidad sin nieve, hasta llega a perder su encanto. Pero en esta ocasión, las luces se miran desde la lejanía de no estar con los seres amado, dándole un tinte sombrío y amargo.
El coronavirus nos ha sacado a todos de nuestra zona de confort de una forma abrumadora. Así que, si lo vemos todo junto, el paquete es pesado. ¡Muy pesado!
Y si vemos desde de cómo lo vive el cerebro, esto que estamos pasando ahora es algo nuevo que nos produce pensamientos ansiosos, es decir, “¡fiestas de fin de año en confinamiento!” ,“¿¡Cómo se digieren?!”, “¡Me siento sola”! , “Extraño a mi familia! Por lo que se activa la parte de supervivencia del cerebro mandando la señal, “corre o pelea”, porque literalmente, se siente que uno lucha contra la soledad, la distancia, la falta de abrazar a los seres queridos, tal como como si una gacela luchara contra un león.
Recuerda, lo nuevo para el cerebro es un peligro. Y el objetivo principal para el este no es que seamos felices, sino que sobrevivamos, y ante cualquier riesgo de peligro sea, “¡Tengo que cuidarme del virus!”, “¡Puedo perder mi trabajo!”, “¡No voy a ver a mi familia en estas fiestas!” “Me siento triste,” nos va a mantener en un constante estado alerta. Lo cual, si realmente un león te fuera atacar, es una manera efectiva de salvarte del predador. El problema, es que, en este caso, el predador vive en nuestra casa, en lo más íntimo. Se va dormir con nosotros y se despierta para recordarnos que estas fiestas serán distintas; que aún hay sentimientos de incertidumbre hacia lo desconocido. Porque si hacemos una pausa, no olvidemos que tener el control de algo no es más que una fantasía, porque en realidad nunca lo hemos tenido, pero ahora esto se hace más presente y más aterrador.
Ahora bien, lo distinto no tienen que ser malo. Como les comento en el artículo, Cuando el COVID-19 nos hace reinventarnos, “No podemos controlar muchas cosas, básicamente casi nada, pero sí podemos decidir cómo queremos enfrentarlas, y esto es nuestra responsabilidad.
No olvidemos que tener el control de algo no es más que una fantasía, porque en realidad nunca lo hemos tenido, pero ahora esto se hace más presente y más aterrador.
Así que, a pesar de los retos que estamos viviendo en estas fechas, sí podemos decidir cómo querer enfrentarlos; también, podemos resignificar estos días desde la compasión, entendida como el querer reconocer el sufrimiento y querer aliviarlo. Al igual que desde la aceptación de reconocernos vulnerables, sin que esto determine quienes somos.
Como les digo a mis clientes cuando con angustia me preguntan, “Lucía, ¿cómo puedo dejar de sentirme ansioso o triste en esta época?” A lo que respondo, “no hay receta mágica. Las emociones vienen y van. Son química en el cerebro y el termómetro de nuestro ser, mente, cuerpo y espíritu. No queda más que permitirnos sentir, reconocer y aceptar lo que sentimos. Cuando esto sucede, nos permite conocernos. Mientras más lo bloquemos lo que sintamos, esto vendrá en forma de voz crítica con más fuerza. Mientras lo observemos y reconozcamos desde la curiosidad, sabremos como transitarlo; cada uno de nosotros a nuestro ritmo, modo y espacio”.
La aceptación no es rendirse, es saber que hoy, en este preciso momento me siento así, y que mañana podrá ser distinto. Porque la verdad, sí ha sido un trago amargo el que hemos pasado en este 2020.
Las emociones vienen y van. Son química en el cerebro y el termómetro de nuestro ser, mente, cuerpo y espíritu. No queda más que permitirnos sentir, reconocer y aceptar lo que sentimos. Cuando esto sucede, nos permite conocernos.
Desde el corazón, comparto unas ideas para para vivir estas fiestas decembrinas en Tiempos de Covid-19
- Reconoce que esta época podría ser distinta a otros años. Lo nuevo nos estresa, pero no tiene que ser algo negativo.
- Valida tus emociones. Es difícil estar lejos de los seres queridos. Se vale sentirme abrumado.
- Presta atención a tus emociones; estas son un termómetro interno.
- Escribe sobre tus emociones y pensamientos; recuerda, lo que no decimos con palabras se queda en el cuerpo.
- Consiente a tu cuerpo; este ha pasado por muchos retos este año.
- Emplea la gratitud haciendo una lista de las cosas que te gustaría gradecer de este año.
- Escribe el aprendizaje que este reto te está dejando. Los momentos de mayor crisis suelen ser grandes maestros de vida.
- Da regalos desde el corazón; apoya una causa, da un ayuda a una familia necesitada, compra regalos para niños que no tengan la oportunidad de recibir.
- Escribe una carta a tus seres queridos compartiéndoles lo mucho que los extrañas.
- Apoya comerciantes pequeños consumiendo sus productos.
- Aunque haya menos celebraciones, convivios, brindis, abrazos, besos y muestras de cariño, envíalas desde tu corazón; las intenciones curan el alma.
- Haz una lista de los momentos de dicha y de dificultad de este año, así como lo que has aprendido de estos.
- Suelta lo que ya no quieres llevar cargando para el siguiente año. Haz espacio para cosas nuevas.
- Llora, sí, llora en la regadera, en la lluvia, en donde sea. Las lágrimas son un hermoso proceso terapéutico.
- Que los abrazos lleguen con el alma, de esos que se dan con la mirada, las palabras e intenciones que calientas el corazón
- Tómate un café con las emociones que sientes; si las alejas, regresan con más fuerza, si las escuchas, son aliadas.
- Respira, respira, respira. Lo único que podemos controlar es nuestra respiración, y eso, es un gran trabajo.
- En vez de valorarte por lo que haces, valórate por tu autoconocimiento, sabiduría, compasión y aceptación que este año ha dejado.
Qué la Navidad y llegada del 2021 se vivan con el Covid-19, sin él o a pesar de él. Que sean como sean, pero que sean tuyas.
Lucía Gallegos es una psicoterapeuta mexicana que vive y tiene su consulta en Toronto. Está especializada en la gestión del duelo.