El 13 de septiembre de 1965 se inauguró el nuevo ayuntamiento de Toronto. De inmediato se convirtió en un controvertido icono de la ciudad que generó en aquella época acalorados debates y fue objeto de duras críticas procedentes de ciudadanos, arquitectos e ingenieros. Sin embargo, para otros, el singular edificio fue un hito de la arquitectura moderna y se destacó por sus experimentos con tecnologías de construcción del siglo XX.
Como señaló The Globe and Mail, “aterrizó como una nave espacial alienígena: lo más curioso e innovador en una ciudad de líneas rectas y ladrillos victorianos. Cuando se inauguró el Ayuntamiento en 1965, instantáneamente transformó la imagen de Toronto”.
Su diseño fue elegido a través de un concurso internacional que atrajo a más de 500 arquitectos de 42 países. En 1957 un jurado compuesto por cinco profesionales de la arquitectura eligió ganador el proyecto del finlandés Viljo Revell (Helsinki, 1910-64). La polémica estaba servida.
Viljo Revell, el arquitecto finlandés que trajo la modernidad a Toronto
En 1955 el Concejo Municipal decidió solicitar al electorado que aprobara el gasto de 18 millones de dólares para la construcción de un nuevo ayuntamiento, pues el antiguo, construido entre 1889 y 1899, se consideraba insuficiente para atender las necesidades de una ciudad que a mediados del siglo XX estaba experimentando una rápida expansión. El Ayuntamiento de Toronto encargó el proyecto a un consorcio de empresas formado por Marani y Morris, Mathers y Haldenby y Shore y Moffat, que tenían una larga experiencia en el diseño de edificios públicos, aunque no se destacaban precisamente por su carácter innovador. Buscaban, ante todo, la funcionalidad.
Cuando se publicó el proyecto del Ayuntamiento en el otoño de 1955, los estudiantes de arquitectura de la Universidad de Toronto le dedicaron un amplio catálogo de epítetos corrosivos y crueles: “aburrido y poco interesante”, “un montón de piedras inhumanas», “una funeraria de grandes dimensiones comparable a la arquitectura institucional rusa”. Aquel estupor de los estudiantes, que se estaban formando en una época de importantes vanguardias en el campo de la arquitectura, trascendió de las aulas y alcanzó a la opinión pública de la ciudad. Pronto se extendió la idea que aquel proyecto que iba a aprobar el ayuntamiento era mediocre.
La cobertura en el periódico estudiantil The Varsity fue recogida por los diarios de Toronto e indudablemente influyó en el plebiscito en el que se rechazó, finalmente, la propuesta presentada por el consorcio de empresas. Ese mismo día se optó por convocar un concurso internacional que atrajera la atención de prestigiosos arquitectos de todo el mundo.
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Fue la primera vez que Toronto apostaba por la arquitectura como medio para transformar la ciudad. Solo un año antes otro concurso internacional había seleccionado el diseño icónico del arquitecto danés Jørn Utzon para la Ópera de Sydney. Toronto, al elegir seguir ese ejemplo, abría sus puertas al mundo con un jurado de modernistas, incluido el entonces exitoso arquitecto norteamericano, Eero Saarinen.
El entonces alcalde de la ciudad, Nathan Phillips, decidió promover con éxito una competencia mundial que crearía «un símbolo de Toronto, una fuente de orgullo y placer para sus ciudadanos», según sus propias palabras. Muchos expertos en arquitectura aseguran que fue en sí mismo un signo de ambición.
La obra de Ravell, controvertida y polémica
El diseño Revell no lo tuvo fácil. De hecho, fue uno de los primeros descartes del jurado que evaluaba las 500 propuestas. Hay una historia repetida muchas veces según la cual los responsables municipales solicitaron al jurado que les mostrara los descartes. El del arquitecto finlandés estaba junto a una pila de proyectos rechazados que se acumulaba en un rincón del despacho.
La competencia era dura y las ideas presentadas al concurso destacaban, en muchos casos, por su valentía, audacia, originalidad e innovación. Sobresalían una elegante torre y pirámide del arquitecto japonés Kenzo Tange; una losa en forma de rombo del indio B.V. Doshi; un cuadrado bajo y hueco creado por el futuro ganador del Premio Pritzker, I.M. Pei; y un diseño escultórico y ambientalmente sofisticado realizado por un grupo de estudiantes de Harvard dirigido por John Andrews, quien diseñaría años después la CN Tower.
Pese a todo, aquel proyecto que se asimilaba a un platillo volante que reposaba entre dos grandes muros ovalados se fue abriendo paso y acabó siendo el elegido. Según las normas del concurso, cualquier competidor que alcanzara la final y no fuera miembro de la Asociación de Arquitectos de Ontario tenía que unirse a una firma local para ejecutar el proyecto. En octubre de 1958, Viljo Revell se asoció con John B. Parkin Associates, una de las firmas modernistas líderes en Canadá, y su oficina colaboró con Parkin hasta que el arquitecto murió en noviembre de 1964, menos de un año antes de que se completara el edificio. Ésta es una de las grandes tragedias de la historia del nuevo Ayuntamiento de Toronto, su creador nunca pudo verlo finalizado.
El edificio curvilíneo e inusual tuvo que ser rediseñado por razones económicas, y aún así terminó siendo mucho más caro, alrededor de 25 millones, de lo que la ciudad había previsto originalmente. Su ejecución fue azarosa y compleja desde el primer momento, un cúmulo de contratiempos. Hubo una gran controversia sobre el concurso internacional, el diseño ganador, los detalles de construcción e incluso el mobiliario del edificio, que fue realizado en estilo modernista por la empresa norteamericana especializada en interiorismo, Knoll. Por si fuera poco, hay que añadir que el proyecto se terminó con varios años de retraso y el proceso fue interrumpido por disputas entre la ciudad, los arquitectos y los contratistas, que se declararon en bancarrota en 1967. Revell también fue golpeado financieramente por estos conflictos.
Un edificio cargado de simbología y racionalidad
Cada uno de los 4 componentes arquitectónicos cumplió funciones programáticas específicas. El podio de dos pisos fue diseñado con las áreas públicas en el primer piso y las oficinas gubernamentales en el segundo piso. La cámara del consejo, que parece flotar sobre el podio, fue diseñada como una estructura de cúpula baja en forma de platillo. Las torres de oficinas en forma de media luna, que envuelven en parte la cámara del consejo, acomodaron a los funcionarios.
Las sólidas paredes exteriores de hormigón armado en una cara de la torre se yuxtaponen con muros cortina cóncavos de acero y vidrio en la otra: la torre Oeste (20 pisos, 225 pies a través de la fachada) y la torre Este (27 pisos, 325 pies a través de la fachada). El piso 27 de la torre Este originalmente sirvió como plataforma de observación.
El componente final del diseño integrado fue la plaza pública frente al edificio, un gran espacio abierto que supone casi tres cuartas partes del suelo destinado al conjunto municipal. Era la primera vez que en Toronto se planteaba un plaza de carácter cívico, frente al edificio que representa la soberanía municipal, al estilo de las viejas ciudades europeas. Bautizada en honor del alcalde Nathan Phillips, a quien se le atribuye la visión de iniciar el proyecto del nuevo ayuntamiento, la plaza está dominada por una gran piscina reflectante con amplios arcos de hormigón en lo alto. En invierno se transforma en una pista de hielo. Rodeada por una pasarela elevada con columnas, el propósito de la plaza era servir como lugar para reuniones públicas de todo tipo. Una rampa ceremonial futurista se eleva desde la plaza hasta el techo del podio de dos pisos, proporcionando un acceso vehicular directo, poco utilizado en la práctica, a la cámara del consejo.
Conforme el edificio fue tomando forma las críticas fueron adquiriendo mayor virulencia. No hay que olvidar que a principios de la década de los 60 del pasado siglo Toronto seguía siendo, fundamentalmente, una pequeña ciudad profundamente protestante y colonial, conservadora en sus hábitos y monótona en su arquitectura. Muy pocos entendieron esa propuesta arquitectónica que no tenía nada que ver con lo construido hasta entonces en la ciudad. No había referencias cercanas que pudieran ser comparadas ni una cultura arquitectónica lo suficientemente amplia para entender las nuevas corrientes de diseño. Apareció como un objeto extraño en el corazón mismo de Toronto.
Tuvieron que pasar décadas para que aquel inmenso espacio se integrara en la vida diaria de la ciudad y sus habitántes lo consideraran un lugar acogedor y propio. El nuevo City Hall fue el inicio del cambio de la piel de Toronto; de una urbe provincial y acomplejada al gran centro urbano que es hoy en día, caracterizado por su efervescencia económica y urbanística. Dos años después, en 1967, se inauguraron las emblemáticas torres de cristal del Toronto-Dominion Centre, y ya nada volvería a ser igual.
Los datos
Construido en 516 hectáreas, el Ayuntamiento originalmente tenía:
- 816,900 pies cuadrados de espacio
- 1100 oficinas y salas auxiliares
- Estacionamientos para 2400 autos
Durante casi cuatro años de construcción se utilizaron:
- 70.000 metros cúbicos de hormigón
- 9.000 toneladas de acero de refuerzo
- 94.000 pies cuadrados de vidrio
- 170.000 pies cuadrados de paneles de mármol prefabricados
- 20.000 toneladas de paneles prefabricados de hormigón
- 30.000 metros de cableado
- 11.000 lámparas