1.00. Los marcadores no estaban preparados para la perfección absoluta… Montreal tampoco. Mientras Nadia Comaneci volaba a los más alto en la historia de unos Juegos Olímpicos, el país vivía 15 días que tardarían muchas décadas en olvidar.
El 17 de julio de 1976 se inauguraron los Juegos Olímpicos de Montreal. Fueron dos intensas semanas durante las cuales millones de personas pudieron asistir a la perfección absoluta de Nadia y a la superación humana en forma de 27 records mundiales. Un bonito telón rojo de terciopelo que no hacía más que esconder un gran fracaso económico que arrastró a la ciudad quebecoise a un memorable endendeudamiento que duraría décadas. Solo logró saldarlo en 2006 gracias a un impuesto extra en el tabaco.
En mayo de 1970 en Ámsterdam, Montreal se benefició del inestable equilibrio de la Guerra Fría y fue elegida por el Comité Olímpico Internacional para organizar los Juegos de 1976 frente a las candidaturas de Los Ángeles y Moscú, que albergarían los JJOO de 1980 y 1984. El COI se apoyó en Canadá para resolver el delicado conflicto geopolítico, pero en las siguientes ediciones ya no tendría escapatoria. El resultado serían los boicots y una de las etapas más negras de la historia del olimpismo.
Misma meta, distintos caminos
Lo que a priori iba a ser un proyecto que las arcas de la ciudad podrían asumir, se convirtió en un cúmulo de desastres. Del presupuesto inicial de 310 millones de dólares se pasó a una deuda de 2.000 millones de dólares. ¿El motivo? La segunda crisis del petróleo, los 155 días de huelga de los trabajadores de la construcción, un nuevo estadio que no estaba previsto y el incremento de la seguridad tras los atentados de Múnich 1972. Además, se construyeron para la ocasión más de 40 kilómetros subterráneos con trenes sin conductores, combinando los emplazamientos de las pruebas.
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Hay casualidades y encontronazos de la historia que parecen guiados por cierto determinismo. En el año en el que Montreal fue elegida para organizar los JJOO de 1976, una niña rumana de diez años llamada Nadia daba sus primeros saltos y piruetas en el mundo de la gimnasia artística. Conocería la ciudad canadiense cuatro años después y ese encuentro sería glorioso. Forma parte ya del frontispicio donde esta grabada la historia del olimpismo.
El 17 de julio de 1976
Y llegó el día. El encendido de la antorcha fue llamativo y aplaudido a partes iguales. Por primera vez, el pebetero lo encendían dos atletas, simbolizando la unión de la cultura francófona y anglosajona de Canadá en un momento en el que el sentimiento indepentista de Quebec estaba creciendo imparable.
La gala de inauguración estuvo empañada por diferentes ausencias. En el desfile de los olímpicos con sus banderas no se pudo ver a gran parte del continente africano. La sombra del Apartheid era alargada y decidieron no competir en Canadá después de que se le permitiese a Nueva Zelanda tener representación. Y es que el Comité Olímpico Internacional no había impuesto ninguna sanción a su equipo de rugby por haberse enfrentado a los Sprinbrooks de Sudáfrica, país excluido del COI por su política de segregación racial.
Tampoco se vio la bandera de Taiwan, República de China, dado que las Naciones Unidas habían reconocido a la República Popular de China. Y entre tensiones políticas, Taiwan rechazó su participación.
Nadia encabeza el deporte femenino
En el primer día de competición, Nadia Comaneci rompía el marcador y ponía en duda la teoría de la gravedad de Newton. En el ejercicio obligatorio en las barras paralelas, la atleta, sencillamente, fue perfecta. Logró hacer historia en la gimnasia al conseguir el primer 10 de calificación, puntuación que nadie había obtenido en una cita olímpica. Hasta entonces la puntuación máxima que habían otorgado unos jueves era 9.95. El marcador, que no estaba programado para una puntuación de dos dígitos, mostró un 1.00 que en realidad era un 10. Los jueces lo tuvieron que explicar ante la incredulidad de las 18.000 personas que llenaban el Forum de Montreal. Desde entonces y para siempre serían los Juegos de Nadia Comaneci.
La presencia femenina también consiguió su particular marca. Por primera vez, las mujeres participaron en las pruebas de baloncesto, remo y balonmano. En total, 1260 deportistas compitieron en Montreal.
Montreal, trampas y doping
La otra cara de la competición también estuvo presente en Quebec. El esgrimista soviético Boris Omischenko tenía un sistema para sumar puntos sin necesidad de tocar al rival. Poco le duró la felicidad dado que los jueces lo detectaron y fue descalificado.
Por otra parte, la Agencia Mundial Antidopaje empezó en 1968 a sancionar el uso de sustancias dopantes. Cabe destacar que Montreal tiene el triste récord de positivos: un 1,40% de las pruebas realizadas fallaron en positivo. En la actualidad, la media se sitúa en 0,46%.
Medallero final
La Unión Soviética fue el país que más medallas consiguió: 125, con 49 de oro. Alemania Oriental y Estados Unidos le acompañaban en el podio. Por su parte, Canadá se convirtió en el primer país organizador que no lograba ningún oro. El bagaje se limitó a cinco platas y seis bronces, un fracaso sin paliativos para la ciudad anfitriona.
Entre los países latinoamericanos, Cuba obtuvo el primer puesto con 13 medallas, 6 de oro, que le alzó al octavo puesto del tablero final. Eran los tiempos en los que Cuba, principalmente en boxeo y atletismo, formaba parte de la elite mundia del deporte. México volvió a casa con un oro y un bronce. En la parte baja del ránking aparecía Venezuela con una medalla de plata y Puerto Rico, con un bronce. Y, por primera vez en su historia, Argentina se iba con las manos vacías.
Gracias la excelencia de una niña de 14 años, las portadas ya tenían nombre propio y, por unos días, dejaron de lado la mala administración canadiense. Y es que Montreal no estaba preparada para Nadia… pero Nadia sí lo estaba para Montreal.