Nostalgia bajo cero es un libro que reúne los relatos de 38 autores que han participado durante la última década en el curso de “Escritura creativa en español” que dirige la escritora mexicana-canadiense Martha Bátiz en la Escuela de Educación Continua de la Universidad de Toronto. El volumen, que acaba de ser publicado bajo el sello de la editorial de Ottawa Lugar Común, es una amplia paleta narrativa llena de diferentes registros literarios, estilos y usos del español. Podría decirse que el libro es una detallada geografía del idioma español; en su diversidad radica uno de sus principales atractivos. Otro, importante, es la virtud de sus autores para elegir historias originales y cautivadoras.
Aunque en el título se apela directamente a la nostalgia hay que advertir de que no se trata de un libro sobre la emigración. No es un libro más sobre la literatura del desarraigo. Hay nostalgia, es cierto, pero en la misma medida que encontramos humor, ironía, drama, esperanza, tristeza, suspense o misterio. Los autores se han liberado de su condición de emigrantes y han reivindicado una voz propia que es puramente literaria y que explora géneros universales. Lo que que les une, como explica Martha Bátiz en esta entrevista, es que «la nostalgia creo que fue lo que nos llevó al salón de clases donde nos conocimos». Es decir, fue un punto de partida que les dio impulso para viajar después a través de sus memorias, sus recuerdos, su imaginación o sus motivaciones. Se hicieron escritores. La fantástica portada diseñada por Henedy Macías, que evoca el paisaje melancólico del invierno torontoniano, se presenta como el marco, el contexto que determina la manera de escribir de los autores.
El lector encontrará referencias muy precisas a Latinoamérica, una cosmovisión filtrada por el tiempo y la distancia, pero también un espacio nuevo de libertad construido a partir de un ejercicio creativo liberador. En No le digas a nadie, María Fernanda Rodríguez arma un intenso relato en el que la protagonista está a punto de dejarse arrastrar por un impulso íntimo, desconocido y letal. Aunque se sitúa al borde del delito, el lector sentirá una extraña simpatía y comprensión por ella.
Los mexicanos que vivían en Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985 compartirán seguramente las mismas vivencias que Carlos Chalico traza en una suerte de diario retrospectivo titulado Diecinueve. El que habla ahora es el adolescente de 15 años desde la confortable distancia del tiempo y la memoria, aunque es precisamente esta lejanía la que da nitidez a sus recuerdos.
Corallys Cordero viaja a la Caracas de 1998 para rememorar una conversación familiar cualquiera en los convulsos días previos a la llegada de Hugo Chávez al poder. En esta elipsis no hay duda del papel que juega cada personaje y, cosas del flashback narrativo, sabemos bien a quién el tiempo le acabará dando la razón.
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En Tepanyaki, Henedy Macías escribe unas hilarantes memorias de viaje a costa de una vieja iguana que no es precisamente un macguffin de Hitchcock. En este relato lleno de humor y de diálogos ingeniosos, el lagarto lo es todo: el sospechoso, el asesino, la sirvienta, el poli bueno y el poli malo. Estos son solo algunos de los relatos que componen este libro de diferentes modulaciones, que transita entre la efervescencia de diálogos frenéticos y la calma de la narración memorística.
¿Cómo surge la posibilidad de plasmar la labor de tus estudiantes del curso de “Escritura creativa en español” en este libro que se publica ahora?
La verdad no era algo que estuviera planeado desde el principio, ni mucho menos. Al comienzo del curso lo único que yo quería (y en realidad, es lo único que sigo queriendo) era que aquellas personas que soñaran con escribir o que tuvieran una historia que quisieran contar pero no supieran cómo, vinieran a inscribirse. La idea del libro se me ocurrió cuando me di cuenta de que estábamos por cumplir diez años de cursos (mi hijo nació mientras estaba dando el primero, y fue él quien me contagió el entusiasmo por el número de doble dígito), y se me ocurrió hacer algo para celebrar. Pero no para celebrarme a mí, sino para celebrar el curso, el taller en sí, y a quienes lo hacen posible. Porque sin los autores que se han acercado a trabajar sus textos conmigo, este proyecto habría fracasado. Entonces decidí hacer una antología y ver quién de ellos quería participar. La respuesta que me dieron fue magnífica, mejor de lo que esperaba, y pues aquí estamos, celebrando diez años y con libro publicado.
¿Cómo ha sido el proceso que ha culminado en este volumen?
Ha sido largo pero gozoso. Primero, todos estos años ofreciendo el taller, conociendo a todo tipo de personas, ayudándoles en la medida de mis limitaciones a que sus textos se fortalecieran, respetando siempre el estilo de cada quien (el estilo personal es algo con lo que me meto lo menos posible, trato siempre de ser respetuosa de la voz de cada autor). Y luego, enviar los mensajes multitudinarios, esperar las respuestas, esperar los textos, leerlos, revisarlos, corregirlos, hacer las gestiones con la editorial Lugar Común, con quienes ya he trabajado antes y fueron muy receptivos de nuestro proyecto, y luego armar el manuscrito completo, hilar los cuentos, revisar errores, corregir, pulir, revisar las galeras, pensar en la portada, todo, es un trabajo enorme. Me llevó muchos meses, cerca de un año, porque además siempre estoy dando clases o atendiendo hijos o haciendo cosas de la casa, de modo que esto lo hago siempre en mi “tiempo libre”, que es casi inexistente. No me quejo, al contrario. Sé que soy afortunada de hacer lo que me gusta y de poder compartir el amor por la escritura y la alegría de este libro con tanta gente. Íbamos a tener un lanzamiento de lujo con la Decana de la Escuela de Educación Continua de la Universidad de Toronto, la Dra. Maureen MacDonald, y yo anhelaba tanto ese momento porque volvería a ver a muchos que no he visto en mucho tiempo, en años, incluso, pero que seguimos en contacto. Ni hablar, este año ha sabido ponernos a todos en nuestro sitio en ese sentido: basta de expectativas. A dar gracias por lo que tenemos y ya.
Pese a que se habla expresamente de nostalgia en el título, en los relatos hay mucho más: hay mucho humor, amor, drama, tragedia, melancolía…
Así es. Los relatos son tan variados como son distintos sus autores. Esa es la magia de un taller como este. La nostalgia creo que fue lo que nos llevó al salón de clases donde nos conocimos. Todos, en las primeras clases, hablábamos de nuestra necesidad de existir en español, de oír nuestra lengua, de leerla, de tocarla. Especialmente en las clases que terminan en diciembre, la nostalgia por nuestros países de origen ha sido fiel compañera. Entonces por eso pensamos Mariana Roca y yo que este título era acertado: porque lo que nos unió fue la nostalgia, y todos (o casi todos) nos quejamos del invierno, y extrañamos más todo cuando estamos congelándonos y nos falta el sol bajo el que crecimos. Pero si todo el libro tratara de nostalgia sería muy aburrido. Imagínate un disco con 38 canciones que suenen igual. Qué flojera. Por eso aquí hay de todo, y por eso estoy segura de que quien lea este libro va a encontrar un relato, al menos uno, que le sea difícil olvidar, uno dentro del cual acurrucarse.
[perfectpullquote align=»full» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]»Si todo el libro tratara de nostalgia sería muy aburrido. Imagínate un disco con 38 canciones que suenen igual. Qué flojera. Por eso aquí hay de todo, y por eso estoy segura de que quien lea este libro va a encontrar un relato, al menos uno, que le sea difícil olvidar, uno dentro del cual acurrucarse».[/perfectpullquote]
Hay muchos autores que acuden a hechos o experiencias de su vida para escribir su relato. ¿Es más fácil escribir de nosotros mismos?
Ciertamente uno empieza escribiendo de lo que conoce, es uno de los consejos de cabecera para todo escritor que hace sus pinitos. No sé si sea fácil. En muchos casos es algo profundamente doloroso. En el taller yo no le digo a nadie de qué escribir. No les digo que escriban ficción ni que cuenten su vida. Les doy guías sobre cómo abordar un texto y luego dejo que escriban lo que necesiten escribir, lo que les nazca. A veces doy tareas o consignas específicas para que se ejerciten en un aspecto narrativo en particular, pero incluso ahí la trama es algo que depende de ellos y no de mí. Yo solo les aplaudo o les alzo la bandera roja si algo resulta inverosímil, porque no me importa si hay marcianos en sus textos o nace alguien con cinco cabezas. Lo que quiero es podérmelo creer como lectora. Que lo describan, que lo construyan con tanta solidez que no me quepa duda de que eso es así, que así sucedió o sucederá. Fuera de eso, la libertad es total. Pero ahora que lo mencionas, ninguno de ellos me ha dicho que escribir les parezca fácil. Al contrario. En cuanto descubren las muchas cosas que hay que tomar en cuenta para construir un buen texto literario, se sorprenden. La gente piensa que porque está alfabetizada puede ser escritor(a). Eso es una mentira tan grande como decir que porque hablas puedes ser cantante. La voz narrativa, como la voz del cantante, es algo que se educa. Claro, ayuda nacer con una cierta sensibilidad, con un don, con un buen oído. Pero lo demás es trabajo y disciplina puros. Un proceso de aprendizaje que no termina nunca.
[perfectpullquote align=»full» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]»En el taller yo no le digo a nadie de qué escribir. No les digo que escriban ficción ni que cuenten su vida. Les doy guías sobre cómo abordar un texto y luego dejo que escriban lo que necesiten escribir, lo que les nazca».[/perfectpullquote]
He observado también que la mirada del emigrante, aunque está presente, no es precisamente la que domina la elección de las historias. ¿Podría decirse que buena parte de ellos se han liberado de ese corsé para dar rienda suelta a su creatividad literaria?
Sí, y eso es algo hermoso que uno ve en este libro. Tantos autores que vinieron de otra parte al Canadá, y ya son capaces de hablar de otras cosas, no solo de la pena de la patria perdida. No es que no hablemos ni escribamos de eso, no, lo hacemos bastante. Pero creo que en cuanto los escritores se dan cuenta de que más allá de la casa en la que viven, metafóricamente, hay un vasto mundo por explorar, se lanzan de inmediato a hacerlo. Y es ahí donde se convierten en verdaderos escritores. Porque alguien puede querer ser actor pero si siempre interpreta el mismo papel o nunca modifica sus textos, no es un actor verdadero. El escritor verdadero es el que puede hablar de otros como habla de sí mismo. Esa compenetración, esa empatía, esa capacidad de ver al otro y de verse en el otro, y luego ponerlo por escrito, es mágica. Y de eso se trata escribir, en mi opinión.
¿Cuáles fueron las principales indicaciones, sugerencias o consejos que transmitiste a tus alumnos a la hora de preparar sus relatos?
Que cuiden su lenguaje, que enriquezcan su vocabulario, que no se olviden de usar siempre los cinco sentidos, que no abusen de los adverbios terminados en “mente”, que alternen descripción y diálogo para hacer sus relatos más ágiles, qué se yo. Lo típico. Ellos escribieron y yo pulí algunos detalles (gramática, ortografía, puntuación, alguna frase por aquí o por allá, lo que hace un editor de verdad. Esa es mi labor. La suya es darme algo bien hecho, y lo hicieron).
¿Cuál ha sido tu papel como profesora y coordinadora de la edición?
Como profesora, pues casi como Bugs Bunny en esa caricatura donde vendía los tickets del show, luego los recibía en la puerta del teatro, atendía el puesto de golosinas para de inmediato correr a disfrazarse para dar el show, y al final limpiaba la sala. El programa de escritura creativa en español de la Escuela de Educación Continua de la Universidad de Toronto ha sido eso para mí: algo que yo fundé y que he mantenido vivo a fuerza de empeño y disciplina propios (aunque con inmenso apoyo por parte de la Universidad, por supuesto, que me ha permitido hacer todo esto a mis anchas). El poeta venezolano Víctor Rivas me hizo el favor de dar un curso de poesía una vez (porque yo no soy poeta y no me sentí capaz de dar ese curso con la calidad necesaria), y ahora la novelista mexicana premiada Alma Mancilla está a cargo del curso de novela, porque esa tampoco es mi especialidad (aunque al ser narrativa, es algo que puedo hacer mucho mejor que enseñar a escribir poesía, que es como pedirle a un violinista que dé clases de arpa). Pero los cursos los doy yo, los materiales los elijo yo, etc. Claro que hay una lógica en todo: sigo el programa de cursos que se dan en inglés, pero en español. Por eso los cursos cuentan para obtener un Certificado en Escritura Creativa.
Como coordinadora de la edición, yo invité a los estudiantes (mandé un email a todos aquellos cuyo contacto pude conseguir, porque luego la gente se muda o cambia de correo electrónico y ya no hay forma de comunicarse con ellos, y en diez años ha habido muchos cambios para todos), recibí los textos y les hice las últimas correcciones, realicé las gestiones con Lugar Común Editorial, armé el manuscrito, y luego le pedí a la escritora y editora Mariana Roca, en Ciudad de México, que lo leyera completo para asegurarme de pillar cualquier error que a mí se me hubiera pasado (nunca faltan dedazos, ripios, detalles que a uno, tras tanto tiempo metido en los textos, se le pueden pasar de largo), y ya después se lo di a la editorial. Una vez armado el libro, hicimos dos lecturas completas de galeras Mariana y yo. Cuatro ojos ven más que dos, de modo que el mérito no es solo mío. En cuanto a la portada, la hizo una de las estudiantes, Henedy Macías, que es diseñadora y tiene un estudio de animación y diseño que se llama Anemone Studios, con oficinas en Toronto y en México. Entonces claro, un libro así no lo hace una persona sola. Es una sinfonía coral. Si no me hubiera ayudado toda la gente que me ayudó, empezando por los autores que me tuvieron la confianza de darme sus textos, pues esto no habría sucedido. Me siento afortunada y agradecida con todos.
[perfectpullquote align=»full» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]»Quizá el común denominador es que todos ellos son personas increíblemente sensibles y generosas. Es gente sin miedo de mostrar su corazón cuando escribe. Es gente en la que se puede confiar. Unos seres humanos fantásticos, de verdad».[/perfectpullquote]
¿Cuál es el perfil más común entre los 38 alumnos que participan en este volumen?
No sé. Son todos tan diferentes en cuanto a sus profesiones, antecedentes, edades, historias personales, nacionalidades… Quizá el común denominador es que todos ellos son personas increíblemente sensibles y generosas. Es gente sin miedo de mostrar su corazón cuando escribe. Es gente en la que se puede confiar. Unos seres humanos fantásticos, de verdad. Ha sido un privilegio para mí conocerlos, y mira que en los talleres literarios se conoce a la gente a profundidad, quizá como nadie más logra hacerlo.
¿Cuáles son las inquietudes principales que mueven su ejercicio creativo?
La necesidad de escribir. Es algo orgánico. Si no escribo me muero. Es así para ellos y para mí. Y claro, también está el deseo de preservar la memoria de alguien, de dejar un testimonio, de buscar justicia a través de la palabra escrita. Sanar heridas. De todo.
¿Qué valoración haces de los diez años de experiencia al frente del curso de “Escritura creativa en español”
Pues que lo que empezó como un experimento se ha convertido en algo que está haciendo historia, de verdad, porque no hay otro taller como este en Canadá, y no lo digo por ser presuntuosa, sino porque es verdad. Este es el taller al que yo quería ir cuando llegué a vivir a Toronto. Como no existía, pues lo tuve que crear. Se dice fácil pero primero tuve que obtener el Certificado yo, con los cursos en inglés, y luego hacer la propuesta para crear los cursos en español, y luego despertar el interés de la gente de nuestra comunidad a la que le interesa la literatura, que es más de la que yo esperaba pero de todas formas no es mucha, porque esto no es un festival de salsa ni de comida, que es lo que siempre tiene éxito garantizado donde lo pongas (lo cual es maravilloso, a mí me encantan). Fue una apuesta y yo le puse todo al rojo. Creo que estos diez años comprueban que existe no solo un interés sino una verdadera comunidad de escritores, de escritores que están en formación y de escritores que ya viven aquí y desde aquí trabajan en nuestro idioma (por ejemplo, la comunidad IMAGINA, amén de los grupos tan importantes que viven en Ottawa y Montreal, por ejemplo). Esta comunidad es la que va a escribir nuestras historias. Las historias de los latinos, de los hispanohablantes en nuestro país de adopción. Entonces creo que es un esfuerzo cuyos frutos veremos en los años por venir, siempre y cuando sigamos trabajando como comunidad unida, apoyándonos unos a otros, porque somos tan poquitos, de verdad, tan poquitos, que debemos cerrar filas. Y además hacerlo no es difícil, porque somos a todo dar y nos llevamos bien. Entonces hay que seguir marchando, creando, escribiendo, aprendiendo, dejando huella. Juntos. Si veinte años no es nada, imagínate diez. Nos falta camino por recorrer.
[perfectpullquote align=»full» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]»Creo que estos diez años comprueban que existe no solo un interés sino una verdadera comunidad de escritores, de escritores que están en formación y de escritores que ya viven aquí y desde aquí trabajan en nuestro idioma (por ejemplo, la comunidad IMAGINA, amén de los grupos tan importantes que viven en Ottawa y Montreal, por ejemplo)».[/perfectpullquote]
¿De qué modo crees que tu actividad dentro de la Escuela de Educación Continua de la Universidad de Toronto está ayudando a visibilizar el español en el ámbito académico y universitario de Toronto?
Pues, de entrada, si vas a la página web de la Escuela y pulsas “Creative Writing”, ya tenemos nuestro espacio bien clarito ahí: Escritura Creativa en Español. Antes eso no era así, era difícil encontrar la información de los cursos, estaban enterrados en medio de los cursos en inglés y si alguien no hablaba inglés no era fácil que los viera. Ahora no. Existimos. Y estamos en primera fila. Yo digo que es un avance. Pero no es un avance que se deba a mí solamente. Como dije, de no ser por la gente que se inscribe al taller, esto no funcionaría. Todos juntos le estamos dando visibilidad al español. Y todos juntos podemos hacer que el programa siga creciendo. Es mi deseo.
¿Cómo puede ayudar un taller como el que diriges a alguien que quiere aprender a escribir literatura?
Hay gente que dice que los talleres literarios no forman a los verdaderos escritores, que quien de verdad quiera ser escritor y tenga talento puede hacerlo sin tomar cursos. Eso es cierto en algunos casos, pero no en todos. Lo que sí es cierto en todos los casos es que, al tomar un taller, el aspirante a escritor aprende cuáles son las herramientas que necesita para construir un texto. Es como si quiero construir una casa pero solo sé usar el martillo. Hay una enorme variedad de herramientas para construir casas, ¿han visto videos de esos de YouTube donde la gente muestra cómo usar lo que compró en Home Depot? Bueno, pues un taller literario es el video de Home Depot de los escritores: ahí aprenden cuáles son las herramientas que tienen a su disposición y aprenden a utilizarlas. Perdón por la imagen tan pedestre pero de verdad hace toda la diferencia, por ejemplo, cuando quieres hacer algún terminado fino en una casa, usar la sierra adecuada. No todo puede hacerse con serrucho. Bueno, con la literatura es igual. No todo puede hacerse con lo que uno tiene a la mano o lo que ha visto y conocido de toda la vida. Al taller se viene a aprender. A experimentar. A equivocarse (con la ventaja de que nadie se va a cortar un dedo). Y con suerte, al final del curso, ya podrán hacerle lindos terminados a sus textos. O podrán notar la diferencia entre algo bien hecho y algo que no está bien. Por algo se empieza. Lo que yo siempre les digo cuando vienen al taller es que, después de tomar las clases, no van a volver a leer igual. Y es cierto. Uno se vuelve un mejor lector. Y todo buen escritor tiene que ser, antes que nada, un buen lector. De esto no hay escapatoria.
¿Qué consejo darías a alguien que aspira a ser escritor?
Que lea mucho. Que lea a los grandes. Que lea con atención y cuidado. Que lea en voz alta. Que escriba sin juzgarse, que no se censure, que no tenga miedo de decir lo que tiene que decir. Que escriba y lea como uno respira y duerme. Porque para los escritores la literatura es eso: algo fundamental para vivir.