En cada vegetal hay una lágrima familiar: la vida de los jornaleros mexicanos en Canadá

El Programa temporal de jornaleros que atrae cada año a Canadá a miles de trabajadores mexicanos del campo está considerado un proyecto ejemplar, pero es necesario preguntarse: ¿a qué precio? La autora reflexiona sobre la precariedad y la vulnerabilidad a la que se enfrentan estos trabajadores.

Los trabajadores laboran por un lapso de tres a ocho meses con jornadas que van de ocho a 12 o 14 horas diarias, incluso sábados y domingos. Foto: Isabel Inclán

A lo largo de este año he tenido la oportunidad de entrevistar a varios trabajadores, hombres y mujeres, que forman parte del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) México-Canadá, que cerrará este año con una cifra récord: 25.263 jornaleros mexicanos en todo Canadá. Con 43 años de existencia, este programa laboral bilateral es visto por funcionarios canadienses y mexicanos como un sistema “ejemplar” que permite una migración “temporal, legal y ordenada”.

En estos tiempos de gobiernos nacionalistas que están cerrando las puertas a la migración y en donde la población indocumentada vive con temor a la deportación, un programa como éste es visto como una buena alternativa para abastecer la mano de obra en el campo.

Los funcionarios y asociaciones de granjeros afirman que en este programa “todos ganan” ya que los granjeros tienen mano de obra disponible, pues los jornaleros viven en la granja y hacen el trabajo que los canadienses no quieren hacer, mientras que los trabajadores del campo ganan en dólares canadienses y pueden darle educación a sus hijos o comprar un pedazo de tierra o reparar su casa.

Los trabajadores laboran por un lapso de tres a ocho meses con jornadas que van de ocho a 12 o 14 horas diarias, incluso sábados y domingos. Cuentan con las prestaciones de ley y también están obligados a realizar sus contribuciones respectivas, mismos que les dan derecho a una pensión.

Actualmente ganan 11.40 dólares la hora y a partir de enero de 2018 ganarán 14 dólares la hora y un año después, 15 dólares. Una buena compensación para un trabajo arduo de sol a sol en un ambiente anglosajón o francófono, añorando el sazón de la cocina mexicana.

[perfectpullquote align=»left» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»] “Es duro dejar a la familia”, dicen estos miles de trabajadores. Sentimiento que comparten otros tantos miles de jornaleros temporales de Guatemala, Honduras y Jamaica.[/perfectpullquote]

Hasta aquí todo parece estar funcionando bien. Al menos eso reflejan las fotos que he tomado de granjeros al lado de jornaleros. Sin embargo, las miradas de estos trabajadores del campo reflejan otra realidad. Son miradas perdidas, viendo al horizonte, preguntándose cómo será el bebé que no pudieron ver nacer por estar en Canadá, perdiéndose del cumpleaños de sus hijos, a los que sólo ven cuatro meses de cada año.

La mirada de las madres jornaleras es aún más profunda. Muchas de ellas son jefas de familia, son madres de dos o tres hijos que no pasan de los diez años. Mientras los varones tienen el consuelo de que sus hijos están siendo atendidos por su esposa, las mujeres descansan en el apoyo de la abuela, pero saben que “nunca será lo mismo”.

Cómo aplaudir un programa laboral que orilla a las mujeres a separarse de sus hijos por tantos meses, como es el caso de la jornalera michoacana Isabel Sánchez quien cada año deja en su hogar a sus tres hijos de 13, 8 y 1 un año.

Al hablar con los jornaleros me comentan que el programa les ha permitido sacar adelante a su familia y agradecen la “ayuda” de Canadá. Pero al referirse a sus familias la tristeza florece por sus ojos y los labios de sonrisa se encojen.

“Es duro dejar a la familia”, dicen estos miles de trabajadores. Sentimiento que comparten otros tantos miles de jornaleros temporales de Guatemala, Honduras y Jamaica. “Me he perdido los cumpleaños de mis hijos y el Día de las Madres”, me comentan las jornaleras de una granja de flores en St. Catharines, mostrando las fotos de sus “bebés” y derramando una lágrima.

Los trabajadores ganan 11.40 dólares la hora y a partir de enero de 2018 ganarán 14 dólares la hora y un año después, 15 dólares. Foto: Isabel Inclán

A 43 años de distancia, estos trabajadores calificados –muchos de ellos tienen cerca de 30 años viniendo a trabajar temporalmente a Canadá—ya aprendieron a manejar maquinaria sofisticada, a cultivar el campo con mejor tecnología, a producir vegetales o flores en invernaderos.

¿Acaso esta preparación de “primer mundo” no podría ser bien capitalizada para hacer crecer el campo mexicano? De esta forma, los jornaleros podrían cultivar sus tierras y no tendrían que venir a Canadá ni separase de sus familias.

Una vez un diplomático mexicano me dijo que lo ideal sería que estos trabajadores pudieran instalar invernaderos en sus tierras y trabajarlos. El funcionario reconocía que “exportar” mano de obra no era una gran meta. Además, el programa PTAT no considera la posibilidad de que los trabajadores puedan solicitar la residencia canadiense ni sindicalizarse.

Las organizaciones defensoras de los derechos de los migrantes, como Justice for Migrant Workers, han señalado que el hecho de que los jornaleros estén sujetos a un solo empleador los coloca en una situación laboral vulnerable. Tanto en Vancouver como en Quebec se han registrado intentos de sindicalización por parte de estos trabajadores temporales, pero el status quo se ha impuesto.

Permitir la sindicalización o el derecho a la residencia permanente, si así lo desean, podría ser una buena forma en que Canadá compensara a estos trabajadores por el sacrificio que hacen cada año de dejar a sus familias.

Después de 43 años de este programa laboral “ejemplar” y de trabajar la mayor parte de cada año en Canadá, la “temporalidad” de estos trabajadores resulta relativa. Muchos de ellos ya hablan inglés, saben todo el manejo de la granja, conducen los tractores, consumen y pagan impuestos.

¿No son éstas suficientes razones para considerarlos canadienses?

La próxima vez que tengan una fruta o vegetal en sus manos recuerden que adentro hay una lágrima familiar de migrantes mexicanos, centroamericanos o jamaiquinos que no han encontrado en sus países las herramientas para desarrollarse y no tener que emigrar dejando a sus familias.

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Isabel Inclán
Isabel Inclán has worked as a journalist for more than three decades, both in Mexico and in Canada. She served for 12 years as a Foreign Correspondent in Canada for the Mexican newspaper El Financiero, and for Notimex Mexican News Agency since 2011. She also worked as Press Office Coordinator at the Consulate General of Mexico in Toronto for seven years. Her special reports cover political, trade, economic, cultural and community issues. She is the co-author of the book Para conocer a los periodistas ("To know the journalists," Ibero-American University, Mexico City, 1997). In 2015, Isabel was awarded as one of the "10 most influential Hispanic Canadians" by the Canadian Hispanic Alliance.