La escritora mexicano-canadiense Martha Bátiz acaba de publicar Plaza Requiem. Stories at the edge of ordinary lives (Exile Editions), un conjunto de relatos escritos en inglés que muestra de manera nítida su contundente pulso creativo y un universo literario habitado por mujeres atrapadas en dramas ocultos y angustias irresolubles. Como señala el escritor canadiense Hugh Hazelton, siempre hay en la literatura de Bátiz “algo nuevo sorprendente y poderoso”. En “Plaza Requiem” no es solo el hecho de escribir en inglés –o llevar ella misma al inglés textos escritos originalmente en español- sino también la habilidad, o virtud, para hacer convivir las memorias y paisajes recurrentes del escritor emigrado con las exploraciones de una nueva identidad expresada en otro idioma. Bátiz sale triunfante de ese desafío y también reinventada como escritora, pues su conocido estilo narrativo de frases rotundas y desgarradoras, se adapta como un guante al inglés. Este es, sin duda, uno de los principales hallazgos del puñado de historias que componen Plaza Requiem, un trabajo que situará con toda probabilidad a la mexicana Bátiz en el radar de la literatura canadiense.
Es ésta la última entrega, hasta ahora, de una intensa carrera literaria que comenzó con A todos los voy a matar (Ed. Castillo, 2000). Le siguieron La primera taza de café (Ed. Ariadna, 2007), y Boca de lobo, novela corta premiada en el certamen internacional de novela Casa de Teatro en Santo Domingo, Rep. Dominicana, y que ha sido traducida al inglés y francés. De tránsito, su segunda colección de cuentos en español, fue publicada por Terranova Editores en Puerto Rico en 2014. Martha Bátiz es doctora en letras por la Universidad de Toronto, traductora profesional y profesora a tiempo parcial en la Universidad de York/Glendon College y en la Universidad de Toronto.
¿Qué representa Plaza Requiem en la carrera literaria de Martha Bátiz?
Representa un sueño cumplido. Desde que llegué a vivir a Canadá, sabiéndome escritora (aunque incipiente entonces, con apenas un libro de relatos publicado y una novela en calidad de manuscrito a medias), sentía deseos de publicar algo que pudiera ser leído aquí. Compartido aquí. Porque ser escritor y vivir tan lejos del país de uno tiene sus desventajas. ¿Quién publica tus textos? ¿Y en dónde? Yo tuve una pausa de tres años desde que dejé la Ciudad de México y llegué a Toronto (tiempo en que viví en Estados Unidos y tuve a mis hijas gemelas, a quienes me dediqué por completo al comienzo de sus vidas), y en ese lapso mis contactos se desvanecieron, los hilos se destejen y luego uno quiere retomar y ya no puede hacerlo de la misma manera. Entonces siempre supe que quería hacer algo aquí, sin abandonar de ninguna manera mis raíces ni dejar de enfocarme al sitio del que vengo. Mi novela Boca de Lobo se tradujo al inglés y Exile Editions, mi misma editorial de ahora, la publicó en 2009, traducida por Gustavo Escobedo. Para mí fue un lujo ese libro pero como no lo traduje yo (aunque estuve cerca del proceso y quedé contenta con el resultado), no lo siento como un libro verdaderamente mío, no sé cómo explicarlo.
Es una sensación rara ver un libro de uno en traducción de alguien más, es como un hijo que alguien más crió y uno conoce en la edad adulta. Por supuesto, yo soy traductora entonces también entiendo lo que es estar al otro lado de la moneda, criando hijos ajenos, por decirlo de alguna forma. Y es un trabajo que disfruto y respeto, y agradezco profundamente. Pero yo quería algo escrito por mi propia pluma. Entonces en Plaza Requiem hago todo eso y, además, puesto que los cuentos tienen mucho que ver con México y con Latinoamérica pero están en inglés (y lo que es más importante, mi inglés), en ellos es visible mi fusión de dos mundos en uno mismo. Y es que yo ya soy también esa fusión, inevitablemente.
¿El hecho de escribir en inglés lleva implícita una reivindicación como autora canadiense que aspira a trascender de lo hispano?
No sé si trascender sea la mejor palabra, porque implica dejar atrás, y yo no quiero dejar atrás mi identidad hispana, latina, mexicana. El hecho de escribir en inglés significa que he logrado domar la lengua lo suficiente, integrarla en mi cuerpo (desde cuyo centro escribo), y hacerla vivir lo suficiente como para crear algo nuevo con ella. Lo que sí me gusta es pensar que con este libro puedo empezar a sentir que pertenezco a este mundo literario también, que no solo estaré al margen, ya que inevitablemente cuando uno escribe en una lengua que no es la principal se queda en las orillas del juego, participando con su propio equipo dentro del público o en un juego paralelo. Y yo quería pisar aunque fuera un pedacito de esa escena principal. Con esto pongo un dedo dentro. Ya veremos si puedo dar un paso más allá. Se llevará su tiempo y más libros. Uno es apenas el comienzo y puede quedarse en nada. Uno nunca sabe. Por ahora estoy muy contenta con este primer libro, la verdad sea dicha.
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¿Al escribir estos relatos has podido desprenderte de tu condición de escritora mexicana que emigró a Canadá o no es posible huir de esa perspectiva, siquiera temporalmente?
Sí es posible. No todos los cuentos hablan de América Latina o México. Tengo uno que es un homenaje a Henrik Ibsen, de quien soy fan desde la adolescencia, que nada tiene que ver con nuestro continente. Y otro donde los personajes son polacos (como mis abuelos). Entonces claro que uno puede huir, y de hecho debe huir, de acuerdo a lo que necesite el personaje que uno está creando. Ahora bien, hay dentro de esos personajes un dolor profundo que sí, tiene que ver con dejar el mundo que conocen, con cambios bruscos, violentos en sus vidas, entonces eso sí podría decirse que tiene relación conmigo. Aunque quiero aclarar que yo vine a Canadá por gusto propio, mi proceso fue terso y aunque he tenido que trabajar muy duro y desde abajo, como todos nosotros, no puedo quejarme ni de ninguna manera decir que fue algo muy sufrido como lo viven otros que llegan escapando de guerras o no pueden volver a su país. En ese sentido soy muy afortunada.
¿Crees que es posible construir un nuevo imaginario narrativo, alejado de los tópicos recurrentes de la identidad perdida, cuando se escribe en la diáspora?
No estoy segura. No me ha salido, no lo he logrado, entonces no lo sé. Pero hay otros que sí lo han conseguido, entonces me imagino que es algo individual. Un reto propio, quizá. No creo que se pueda generalizar.
Plaza Requiem es una colección de relatos que has ido escribiendo a lo largo de tu vida. Todos ellos muestran vidas, generalmente de mujeres, al borde de un precipicio o frente a un dilema vital. ¿Por qué ese interés, que aparece reiteradamente en tu literatura, de narrar el duelo del ser humano con la tragedia?
Estudié actuación cuando era jovencita y eso marcó mi vida. Cuando uno va al teatro, no va a ver a la gente ser feliz. Va a ver a la gente enfrentarse a un conflicto. Eso es lo interesante. El conflicto. Sin conflicto no hay acción. Entonces yo pongo eso en práctica siempre que escribo. Si mis personajes no enfrentan un conflicto (grave, de preferencia), no hay historia. Porque de otra forma me parece que puede ser muy aburrido. Hay escritores que son fantásticos narrando la rutina, las pequeñas cosas, y lo hacen de manera fascinante. Yo no tengo ese talento, o esa capacidad. A mí me gusta entrar en la arena a enfrentarme a los golpes, con el conflicto ya echado a andar o a punto de hervor. Y pues así arrojo a mis personajes al fuego, a ver qué hacen, y hasta a mí me sorprenden a veces. Eso es lo más rico del proceso. Lo que lo vuelve interesante también para mí. Además, los finales felices son lindísimos en la vida real pero en la ficción son soporíferos y muy olvidables. Yo no quiero eso en mi ficción. Quiero lo contrario. Quiero dejar una huella, aunque sea humilde y pequeña, pero una huella. Una sensación, una emoción, algo. De otra forma siento que he fracasado.
Algunos de tus relatos fueron escritos originalmente en inglés y otros han sido traducidos del español. ¿Cómo conviven estas dos naturalezas de los cuentos en el libro?
Creo que conviven bien porque si algo he aprendido como traductora profesional es que los textos traducidos no tienen que verse como traducciones, porque si se nota que lo son, entonces el trabajo está mal hecho. Creo (o al menos espero) que en este libro no se note cuáles cuentos son traducciones y cuáles no. Todos están escritos en el inglés que yo manejo, con mi vocabulario (aunque mis editores me ayudaron muchísimo a hacer un último pulido fino), entonces creo que hay una homogeneidad en el lenguaje, salvo en los casos en que el personaje requiere que el registro sea más elevado o más bajo de lo cotidiano.
[perfectpullquote align=»left» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]Escribir en inglés es más difícil, pero es liberador. Si me equivoco no me siento tan mal. Nadie espera que lo que yo escriba en inglés sea perfecto.[/perfectpullquote]
¿Hay una Martha escritora que se revela diferente cuando escribe en inglés a cuando lo hace en español?
Sí, definitivamente. Escribir en inglés es más difícil, pero es liberador. Si me equivoco no me siento tan mal. Nadie espera que lo que yo escriba en inglés sea perfecto (excepto yo, por supuesto, pero ese uno de los muchos fracasos diarios que tengo que tolerar). Escribir en español me exige más, porque al ser mi lengua materna tengo que dominarla con mayor soltura y precisión. En inglés me permito dudar más que en español y eso no es bueno porque dudar, siempre dudar, es lo más sano. Es lo que lo mantiene a uno alerta, cuidándose las espaldas y la gramática, tratando de equivocarse menos, de hacer las cosas mejor. Dudar más es muy bueno en ese sentido. Cuando uno se confía, se estanca. Y al no avanzar, o se retrocede o se paraliza uno. Y entonces se pudre el organismo. Y la lengua, al ser un organismo vivo, se puede pudrir también. Tengo eso siempre muy presente. Trato de que no se me olvide.
Tú también eres traductora, ¿de qué modo esa labor que ejerces profesionalmente se ha entrometido en el ejercicio puramente literario mientras escribías los relatos que componen “Plaza Requiem”?
Pues en este libro hice todo lo que un traductor no puede ni debe hacer. Cambié muchas cosas de los textos originales, eliminé otras, en fin. Pocos de los cuentos quedaron fieles a su versión en español. Eso un traductor tradicional no debe hacerlo jamás, hay que serle fiel al texto. Pero al ser yo la autora, pues obvié la regla de lo más descaradamente. Fue muy revelador entonces ver cómo, orgánicamente, un relato en una lengua me pedía cosas distintas que en otra. En español hay cosas que no tengo que explicar, pero en inglés sí, por ejemplo. Hay cosas que el lector promedio canadiense no tiene por qué saber ni intuir como lo hace un lector hispano. Entonces ahí fue donde entró el trabajo de la traducción no solo de lenguaje sino cultural. Fue un proceso en el que aprendí mucho.
Cada vez están surgiendo más autores jóvenes de gran talento en Canadá que escriben en español y también en inglés (como es tu caso), y que han comenzado a abordar otros temas que se alejan intencionadamente de los conflictos de identidad que generalmente han nutrido la literatura en el exilo. ¿Podemos hablar de una nueva generación o grupo literario con unas características narrativas y estilísticas específicas?
Sí, definitivamente me gusta pensar que sí. La comunidad aquí está creciendo y somos muchos los que tenemos historias que contar. Todas distintas y todas válidas. Me parece muy reconfortante encontrar compañeros en este camino, descubrir a otras personas talentosas, sensibles, enamoradas de los libros y las letras como yo. Y sí, poco a poco estamos formando un equipo, o varios, con una voz que se va haciendo fuerte. Y espero que abramos brecha para las generaciones que vienen, y que nuestra voz se escuche no solo por todo lo ancho del Canadá, sino del continente y en cualquier otro lugar donde haya personas que luchan por hacerse oír nuestra hermosa lengua, el español.