Quebec observa estos días con atención lo que ocurre a miles de kilómetros de distancia, en Cataluña, una región de España que aspira a lograr la independencia y con la que mantiene desde hace años estrechos lazos políticos, culturales y, sobre todo, emocionales. El gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña ha convocado para este domingo 1 de octubre un referéndum por la independencia que ha sido declarado ilegal por el gobierno español y los tribunales. En la consulta las autoridades catalanas quieren hacer a los ciudadanos una única pregunta: «¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de república?».
La Constitución española no contempla la posibilidad de que una comunidad autónoma pueda convocar unilateralmente un referéndum vinculante de secesión. Sin embargo, las autoridades catalanes han aprobado en las últimas semanas diversas leyes para crear un nuevo marco legal que de amparo a su convocatoria y marque la hoja de ruta a seguir para una Cataluña independiente al margen de la Constitución española. Dentro de la escalada de tensión que vive España en las últimas semanas, la Policía española detuvo por orden judicial a 14 funcionarios vinculados con la organización del referendum, entre ellos varios altos cargos del gobierno regional. Ello provocó movilizaciones sin precedentes en Cataluña, que han reunido a miles de personas en diferentes puntos de Barcelona y otras ciudades catalanas, que repudian la operación policial y exigen «votar» en el referendum del domingo. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado se han dedicado durante los últimos días a impedir la logística del referéndum, incautando urnas y papeletas de voto y realizando detenciones.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, requerido por los periodistas, afirmó la semana pasada que no se inmiscuirá en los asuntos internos de España. El político canadiense sostuvo como línea argumental que «como orgulloso quebequés, he sufrido muchas batallas sobre referendos. Y una de las cosas que esperábamos era que otros países no se inmiscuyesen en nuestros procesos internos». El gobierno federal de Canadá ha mantenido en todo momento un perfil bajo respecto a la crisis española, siguiendo la doctrina de buena parte de la comunidad internacional que la considera «una cuestión interna».
Desde Quebec, en especial desde las filas del Parti Québécois y el Bloc Québécois, se observa el proceso catalán con gran interés y, desde algunas tribunas, como una inspiración para sus propias aspiraciones. El gobierno liberal de Quebec rechazó la semana pasada los llamamientos de la oposición soberanista para denunciar públicamente –a través de una declaración institucional-, la intensificación de la represión en España contra el movimiento independentista catalán. Christine St-Pierre, ministra de Relaciones Internacionales de Quebec, reconoció que las acciones del gobierno español «probablemente no son lo mejor», pero se negó a ir más allá en forma de declaración institucional contra la política del ejecutivo que preside Mariano Rajoy.
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El líder del Parti Québécois, Jean-François Lisée, el principal partido de la oposición en el parlamento provincial, ha insistido en las últimas semanas en que el gobierno provincial debe pedir al gobierno español que respete la democracia y permita que el pueblo catalán vote. Lisée considera que el gobierno español es responsable de la «violencia estatal» y de la «negación de la democracia». El líder independentista de Quebec comparó la situación actual en España con lo sucedido en Canadá durante la crisis de 1970, cuando el Gobierno federal de Pierre Trudeau, padre del actual primer ministro, ocupó militarmente la provincia en lo que se conoció como la «crisis de octubre de Quebec».
«Prohibir el voto de un gobierno electo por parte de la policía es inaceptable y debe ser denunciado», afirmó el líder independentista de Quebec a los periodistas. Lisée ha matizado también estos días que no pide al gobierno liberal de Quebec que se posicione a favor o en contra de la independencia de Cataluña sino «a favor de la democracia». En todo caso, sus reclamaciones no han logrado que el gobierno provincial de Quebec se posicione oficialmente. El Parti Québécois obtuvo en las elecciones provinciales de 2014 el peor resultado desde 1970 con sólo el 25 % del voto popular y 30 escaños.
Dos días después, el primer ministro quebequés, Philippe Couillard, fue más tajante en una declaración leída en la Asamblea Nacional en la que dejó claro que Quebec no interferirá en la política interna española. No obstante declaró que «nos preocupan los recientes acontecimientos en el territorio español, incluyendo la detención de funcionarios municipales electos en Cataluña», después de que Lisée le instase a condenar «un intento de un Estado democrático de prevenir la democracia». El primer ministro de la provincia francófona mantuvo la misma línea argumental que Trudeau, en el sentido de considerar la crisis española un problema interno: «por supuesto, no es nuestro papel interferir en los debates políticos que se están produciendo en otras partes del mundo. Queremos que Cataluña y España reanuden el diálogo político y democrático de manera pacífica, que es la única manera de resolver las tensiones que los distancian», añadió.
[perfectpullquote align=»left» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]El conflicto catalán ha despertado, al menos temporalmente, las pulsiones secesionistas de Quebec, en un momento de cierta debilidad política y social.[/perfectpullquote]
Couillard, sin embargo, sí que aprovechó el debate para trasladarlo a un escenario doméstico. Una simple frase en el intercambio de intervenciones con Lisée encendió la polémica en Quebec: «debería ser cauteloso sobre la interpretación que se podría dar aquí a la misma idea de la autodeterminación de los pueblos», señaló. El primer ministro quebecois trajo al primer plano una vieja polémica que siempre ha estado flotando en el debate sobre una hipotética independencia de Quebec. «¿Qué pasaría, en el contexto de la separación de Quebec de la federación canadiense, si los indígenas, por lo menos la mitad de Quebec, decidieran ejercer su autodeterminación y no seguir en el Quebec independiente? ¿Cuál sería la posición del Partido Quebequés?», preguntó Couillard al líder independentista.
Esta cuestión no es retórica ya que en varias ocasiones en los últimos años, grupos indígenas de la provincia han advertido que, en caso de la independencia de Quebec, ellos buscarán la reintegración de sus territorios en Canadá. Couillard abrió conscientemente la caja de los truenos y trajo al presente el espíritu del propio Pierre Trudeau y los duros debates que se produjeron en 1980 cuando Quebec celebró su primer referéndum. El entonces primer ministro dejó tallada en mármol una sentencia que después ha sido también contemplada en la famosa «Ley de la claridad»: «Si Canadá es divisible, Quebec también debe ser divisible». Este argumento irrita sobremanera al movimiento secesionista de la provincia, ya que considera la indivisibilidad del territorio francófono uno sus preceptos fundamentales.
El conflicto catalán ha despertado, al menos temporalmente, las pulsiones secesionistas de Quebec, en un momento de cierta debilidad política y social. El pasado fin de semana cerca de 200 personas se concentraron ante el consulado de España en Montreal para expresar su solidaridad con el movimiento independentista catalán. Los organizadores también denunciaron lo que consideran una «tibia respuesta» del gobierno canadiense a la intensificación de la represión española antes del referéndum previsto para este domingo. La concentración fue organizado por un grupo de independentistas de Quebec y contó con la presencia de varios políticos separatistas, entre ellos los líderes del Bloc Québécois y el Parti Québécois. Entre los manifestantes, al margen de una nutrida presencia de catalanes residentes en Montreal, también se encontraban ciudadanos que no se declaraban separatistas de Quebec pero que creen que el gobierno catalán tiene el derecho de consultar a su población.
Durante las últimas semanas se ha incrementado también de forma visible el interés de los medios de comunicación de Canadá, y en especial de la provincia de Quebec, por el proceso soberanista de Cataluña. Algunos periódicos como El Journal de Montreal anuncian un importante despliegue para este domingo y califican el referéndum catalán como «una jornada histórica». El columnista de esta cabecera, Joseph Facal, establecía esta semana en un artículo de opinión los paralelismos entre las aspiraciones independentistas de Quebec y Cataluña. «Cuando se habla de la independencia de Cataluña, los argumentos económicos no son los primeros en surgir. Es extraño para un quebecois acostumbrado a discursos apocalípticos sobre el fin de las pensiones o sobre empresas que saldrían en caso de independencia. Esto se debe a que la viabilidad económica de una Cataluña soberana no es cuestionada seriamente por nadie», señala en su artículo.
Lo cierto es que Cataluña y Quebec han desarrollado en las últimas décadas importantes líneas de colaboración. Desde la región española se ha observado siempre el modelo canadiense y la historia de la provincia francófona como un ejemplo a seguir y ha constituido una parte fundamental de su imaginario. Los dos referéndums por la independencia realizados en Quebec en 1980 y 1995 han sido considerados tradicionalmente como una referencia democrática y, sobre todo, como un ejemplo que blandir en los debates políticos en España, en los que la hipótesis de un referendum secesionista siempre ha sido un tema tabú. «El modelo a seguir es Canadá», se ha insistido desde que en el año 2000 la «Ley de la Claridad» redactada por Stephen Dion diera contexto legal a los deseos soberanistas del Canadá francófono. Sin embargo, la rápida sucesión de acontecimientos de los últimos meses en Cataluña ha acabado incluso por desbordar ese marco referencial.
El gobierno catalán, una coalición de partidos separatistas que gobierna Cataluña desde 2015, ha aprobado en las últimas semanas distintas leyes regionales para facilitar el referéndum y hacer valer su resultado, tal y como se comprometieron a hacer cuando llegaron al poder. El ejecutivo nacional que preside Mariano Rajoy (perteneciente al conservador Partido Popular) ha reaccionado ante el desafío independentista catalán con la aplicación estricta de la ley española. El Tribunal Constitucional suspendió de forma cautelar la consulta pocas horas después de su convocatoria, el pasado 6 de septiembre, al admitir a trámite un recurso del Gobierno español.
[perfectpullquote align=»left» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]La gran incógnita pasa por saber lo que ocurrirá a partir del 2 de octubre. El plan de los independentistas es proclamar la secesión de España en las 48 horas posteriores al anuncio del resultado del referendo si este es favorable al sí.[/perfectpullquote]
Una encuesta pública encargada por la Generalitat mostró en junio de este año que el 49% de los catalanes se oponían a la independencia, mientras que un 41% estaban a favor. No obstante, un 48% apoyaba que se celebrara la consulta «tanto si lo quiere como no el gobierno español», un 23% si Madrid la respaldaba y sólo un 22% la rechazaba.
Cataluña y Quebec iniciaron una sólida relación institucional a principios de la década de los 80, poco después de que la democracia se instalara en España, se aprobara la constitución de 1978 y se recuperaran las históricas instituciones del autogobierno catalán. Ambos gobiernos decidieron establecer líneas de colaboración y en 1996 y crearon el Comité Mixto Québec-Cataluña.
En este tiempo Cataluña y Quebec se han observado, visitado, analizado y apoyado mutuamente. Como señala el gobierno provincial canadiense, «los lazos se han mantenido y han alcanzado un alto grado de madurez a través de la organización de simposios, conferencias y foros, el intercambio de prácticas y formas de operar, el alojamiento de misiones económicas, institucionales y políticas y el apoyo a proyectos de cooperación y actuaciones artísticas en el territorio asociado». Los Parlamentos de Quebec y Cataluña también establecieron una Comisión Interparlamentaria Quebec – Cataluña (CIQC) para estrechar lazos y mantener las relaciones entre las dos asambleas legislativas. De hecho, el gobierno catalán tiene dos organizaciones representativas en América del Norte: la oficina de Montreal ACC1Ó, que representa los intereses económicos y comerciales de Cataluña en Canadá y Quebec desde 2001 Por otro lado, la Delegación de la Generalitat de Catalunya ante los Estados Unidos, que ha estado supervisando las relaciones bilaterales con Estados Unidos y Canadá desde su apertura en Nueva York en enero de 2008, En el año 2010 los dos gobiernos firmaron un nuevo acuerdo que brinda oportunidades a los jóvenes para perfeccionar sus calificaciones profesionales a través de intercambios.