El horizonte parece que se despeja para el pacto comercial de la UE con Canadá, conocido como CETA. Los Parlamentos regionales deben dar luz todavía verde entre el viernes y el sábado, pero el primer ministro belga, Charles Michel, ha asegurado en rueda de prensa que los líderes regionales y el Ejecutivo federal han pactado un nuevo texto que permitiría disipar las principales preocupaciones, centradas en las importaciones agrícolas y en los tribunales de arbitraje que dirimen los contenciosos entre empresas y Estados.
Tras el anuncio belga de acuerdo con la díscola región de Valonia, Alex Lawrence, portavoz de la ministra de Comercio Internacional de Canadá, Chrystia Freeland, declaró de manera escueta a la Agencia Efe Canadá que la noticia es «positiva» pero que «todavía queda trabajo que hacer».
«Quedan medidas adicionales antes de la firma. Canadá ha hecho su trabajo. Negociamos un acuerdo progresista que creará empleos y crecimiento. Canadá sigue lista para firmar este importante acuerdo cuando Europa esté lista», añadió Lawrence.
Freeland y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, tenían previsto firmar hoy en Bruselas el CETA con las autoridades europeas durante la cumbre programada entre la Unión Europea (UE) y Canadá. Pero la decisión la semana pasada de Valonia de rechazar el acuerdo comercial impidió a los 28 países de la UE aprobar CETA en los plazos establecidos.
Trudeau declaró precisamente ayer en el Parlamento canadiense que «confiamos que en los próximos días veremos un resultado positivo para este histórico acuerdo». Ahora, el acuerdo entre los belgas será analizado por los embajadores de los estados miembros ante Bruselas para que lo validen y, de ser así, tendría que ser refrendado por las autoridades regionales belgas que lo rechazaron la pasada semana.
Las dificultades para aprobar el CETA, sin embargo, son solo un anticipo de futuras tensiones para firmar otros acuerdos bilaterales y multilaterales que están pendientes de rúbrica entre otros países. Por ejemplo el TTIP, el tratado comercial entre la UE y Estados Unidos; y las negociaciones con Reino Unido para salir de la Unión tras el Brexit.
La fe en la capacidad socializadora del comercio para evitar guerras es uno de los principios fundacionales de la UE. En plena crisis existencial, el no valón ha puesto en tela de juicio la política comercial europea, una de las señas fundacionales del club. El desbloqueo aclara el panorama, pero Bruselas es consciente de que nada será fácil desde ahora en ninguno de los pactos comerciales que tiene en la recámara.