La zona más ‘cool’ de Toronto

Algunas arterias de Toronto, como Yonge, King, Queen, Adelaide o Bay, confirman esa “europeización” a la que se refieren quienes quieren explicar de manera gráfica la dimensión del cambio experimentado por la ciudad, y el Distrito de las Destilerías, un barrio de pasado industrial, concentra en unas pocas calles todo lo que los torontianos anhelaban: una ciudad con sabor europeo.

Son muchos los canadienses que sienten fascinación por Europa y por el estilo de vida europeo. Por ello, una buena parte de su población aspira, al menos una vez en su vida, a viajar por el viejo continente y callejear por París, Roma, Londres o Barcelona; las ciudades que principalmente encarnan el ideal de sofisticación y cosmopolitismo que intuyen se cultiva al otro lado del Atlántico.

Hace algunas décadas se hizo habitual entre los emigrantes que llegaban a Toronto una frase que expresaba por igual nostalgia y frustración: «para salir a cenar hay que ir a Montreal». La capital de Ontario encarnaba el paradigma puritano y austero del anglosajón frente a la relajación de costumbres de los franceses quebecois. Montreal era entonces la capital financiera y cultural de Canadá y Toronto un poblachón sin historia ni linaje que crecía por aluvión a espaldas del Lago Ontario.

Con el transcurrir de los años ambas ciudades experimentaron procesos inversos. Montreal quedó varada en su ensimismamiento y Toronto aprovechó la molicie de su eterno rival para crecer, hacerse guapa, rica e influyente. Ahora es la capital financiera de Canadá y una de las ciudades con mayor dinamismo económico de América del Norte. Es cosmopolita y multirracial.  Su renacimiento urbanístico y arquitectónico no tiene probablemente réplica en ninguna otra ciudad del mundo; sólo el año pasado se levantaron 165 rascacielos, más que en ningún otro lugar del planeta.

Con esa revolución urbanística y social ha llegado una frenética vida cultural y una nueva cartografía gastronómica global que ha alterado también las antiguas costumbres forjadas en las carencias y en la estricta tradición. Las calles de Toronto rezuman ahora vitalidad y ofrecen al visitante un escenario urbano de restaurantes, pubs, salas de ocio, museos, galerías de arte, tiendas y negocios que no para de crecer. Algunas calles de Toronto como Yonge, King, Queen, Adelaide o Bay confirman esa “europeización” a la que se refieren quienes quieren explicar de manera gráfica la dimensión del cambio experimentado por la ciudad. Pero por encima de todas esas arterias largas y bulliciosas se encuentra el Distrito de las Destilerías, un barrio de pasado industrial que concentra en unas pocas calles todo lo que los torontianos anhelaban y por fin ya tienen: una ciudad con sabor europeo.

El Distrito de las Destilerías de Toronto es un recinto histórico y de entretenimiento ubicado al este del centro de la ciudad. Se trata de un sofisticado y recogido barrio formado por numerosos cafés, restaurantes, terrazas, galerías de arte y tiendas de moda y antigüedades que ocupan los edificios y espacios de la antigua Gooderham and Worts Destillery. El viejo polígono industrial ha mudado sus usos originales y se ha convertido en uno de los rincones más selectos y visitados de Toronto.  En una extensión de 53.000 m2 se integran más de 40 edificios patrimoniales y 10 calles, conformando la muestra de arquitectura industrial de la época victoriana más grande de América del Norte. El distrito fue designado Sitio Histórico Nacional de Canadá en 1988.

La Gooderham and Worts Distillery fue fundada en 1832 y se convirtió poco después en la destilería más grande del mundo. Llegó a producir más de 7 millones de litros de whisky para el mercado mundial y generó un movimiento de mercancías y transacciones comerciales vital para el desarrollo económico de Toronto. Como buena parte de los sectores industriales en los que se basó la economía de la ciudad durante la primera mitad del siglo XX, la falta de modernización y el cambio de modelos productivos fueron empujando a las destilerías hacia un lento pero irreversible declive.

En 1990 el centro paralizó definitivamente su producción y el conjunto urbano se transformó en pura arqueología industrial mientras la ciudad crecía alrededor con nuevos edificios residenciales que pronto hicieron olvidar el pasado fabril de la zona. Finalmente se afrontó su rehabilitación y revitalización para adaptarlo a los nuevos tiempos y a las demandas del nuevo Toronto, una ciudad volcada definitivamente en el turismo y en los servicios. Desde entonces las viejas destilerías han sido el decorado de más de 800 producciones de cine y televisión.

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