Alberto García Guerrero, el chileno que formó a Glenn Gould

Maestro y alumno estuvieron unidos durante diez años hasta que Gould decidió prescindir de sus servicios porque pensaba que ya no podía aprender nada más de él. La misma consideración tuvo con su madre, junto al chileno, los dos únicos maestros que el genio de Toronto tuvo a lo largo de su vida.

El pianista canadiense Glenn Gould en una de sus características poses mientras tocaba el piano. Imagen: Youtube

El pianista canadiense Glenn Gould está considerado uno de los genios más grandes del siglo XX. Sus Variaciones Goldberg de Bach son un monumento musical que nadie ha logrado superar y su vida, marcada por una salud endeble, un carácter ingobernable y un talento descomunal, ha sido objeto de una extensa bibliografía que ha intentado penetrar con mayor o menor fortuna en su universo hermético e insondable.

Gould, que murió con tan sólo 50 años en 1982, se había retirado de los escenarios en 1964 en la cúspide de su fama; una decisión que contribuyó a alimentar su leyenda de músico genial pero maldito. Suyas son algunas de las frases más memorable del mundo musical. Como aquella que espetó a un periodista cuando le preguntó por la extraña postura que solía adoptar cuando tocaba, flexionada de forma exagerada y convulsiva sobre el piano: «Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano derecha es un asunto privado que no le importa a nadie», espetó cortante.

La famosa imagen del maestro con el alumno: Alberto García Guerrero en una clase con el niño Glenn Gould.

Glenn Gould nació en Toronto y pronto empezó a proyectar signos inequívocos de niño prodigio azuzado por una influencia familiar incontestable: su madre era organista profesional y su padre un gran aficionado a la música clásica. A los diez años ya estaba en  The Royal Conservatory of Music de Canadá. Es en este momento iniciático cuando se cruza en su vida un hombre que sería determinante en su formación musical: el pianista chileno Alberto García Guerrero. El maestro había llegado a Toronto en 1918 casi de forma casual: durante su viaje de luna de miel a Nueva York, Guerrero conoció a algunos miembros de la influyente familia Hambourg, que conocedores de la larga experiencia como tutor y compositor, lo invitaron a que enseñara en el recién establecido Conservatorio Hamburgo en Toronto. Guerrero aceptó esa oferta y emigró a Canadá con su esposa y su hija al año siguiente.

El chileno ya era una autoridad musical en su país cuando decidió viajar a Ontario. Desde finales del siglo XIX su trayectoria había sido impecable y en 1914 integró un grupo de artistas e intelectuales que se conocía como «Los Diez«, de gran peso en la escena intelectual de la época en Chile. En su faceta musical destacó como gran compositor y notable pianista, hasta el punto que su influencia fue decisiva en la renovación y modernización de la escena musical chilena. Gracias a Guerrero, sus compatriotas tuvieron la oportunidad de introducirse en las nuevas corrientes musicales que llegaban de Europa y que estaban representadas por talentos mayúsculos como Debussy, Ravel, Cyril Scott o Schoenberg. El pianista además fundó y dirigió la primera orquesta sinfónica de Santiago y participó en 1917 en el germen de lo que a partir de 1924 sería la Sociedad Bach.

Toronto recibió, por lo tanto, a una figura mundial de primer orden que pronto se abriría paso en la entonces austera escena musical canadiense. Durante sus primeros años integró el Trio Hambourg (sustituyendo al pianista Mark Hambourg), al tiempo que empezaba a mostrar sus amplias dotes pedagógicas, investigando y experimentando con nuevas técnicas de aprendizaje que aplicaría años mas tarde en el Conservatorio de Música de Toronto, donde trabajó desde 1922 hasta su muerte en 1959. La misma febril actividad que había mostrado en su Chile natal la trasladó a Canadá: se destacó como uno de los pianistas más prolíficos en los recitales que con gran frecuencia se ofrecían en las emisoras de radio, un medio que en aquella época era seguido con verdadera fascinación por los canadienses. Guerrero era una estrella radiofónica de gran popularidad, que llenaba las horas de ocio de los oyentes y los educaba en el conocimiento de los clásicos: Bach, Haydin Mozart… Los años de la Segunda Guerra Mundial y la postguerra fueron especialmente intensos para el chileno, que supo abstraer a los ciudadanos de las miserias diarias con la música de los grandes compositores.

En el Conservatorio de Música de Toronto Guerrero acabó de esculpir su prestigio. Era uno de los profesores más respetados del claustro y un músico activo que seguía prodigándose en recitales con cierta regularidad por todo Canadá. No es casualidad que muchas de las obras que interpretó en aquellos recitales fueran popularizadas años después a nivel mundial por Glenn Gould, su alumno más famoso; en especial las Variaciones de Goldberg y las obras menos conocidos de Bach, Haidyn o Mozart.

El encuentro entre Guerrero y el jovencísimo Gould fue prodigioso. Maestro y alumno estuvieron unidos durante diez años hasta que el canadiense, en una decisión propia de su carácter contumaz, decidiera prescindir de sus servicios porque pensaba que ya no podía aprender nada más de él. La misma consideración tuvo con su madre; junto al chileno los dos únicos maestros que el genio de Toronto tuvo a lo largo de su vida. Años después Gould se empeñó en promover su condición de autodidacta pero Guerrero, que era un hombre prudente y sabio, se limitó a afirmar ante una de las habituales salidas de tono del genio que «que pensara que no aprendió nada de mí es el mejor cumplido que me podrían hacer». El chileno sabía que su mérito residía en haber enseñado al alumno sin que este fuera consciente. Cuando el pianista chileno falleció, el compositor y antiguo alumno R. Murray Schafer, afirmó que Guerrero «fue uno de los pocos músicos de los que un estudiante obtuvo una visión de ideas más allá de la música».

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Juan Gavasa
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Journalist, entrepreneur, writer and Spanish publisher with more than twenty-five years of experience in the field of communications: radio, print and digital. He is a founding member of Lattin Magazine and co-founder of XQuadra Media, a Toronto-based communications startup dedicated to developing creative and strategic content. He has been Editor-in-Chief of PanamericanWorld, a bilinual online information platform created in Toronto with the aim of establishing links between Canada and the Americas. In 1996, he co-founded the communication company Pirineum Multimedia in Spain, dedicated to the development of communication strategies, management of communication projects for private and public companies, web development, cultural events and publishing and advertising production. He specializes in editorial management and is the author, co-author and coordinator of more than twenty books and travel guides.