El encanto multicultural de la Gypsy Kumbia Orchestra va al cine

Una gira musical en Colombia es el punto de partida del filme Fair Vivir dedicado a esta orquesta de Montreal. La obra fue dirigida por el cineasta colombiano Oscar Ruiz Navia.

Gypsy Kumbia Orchestra
El grupo a vísperas del lanzamiento de su álbum «VelkomBak». Foto: Gypsy Kumbia Orchestra

Un bebé de tan sólo unos meses de edad contempla con ojos deslumbrados al grupo de músicos que forma un círculo a su alrededor. Se trata de la escena inicial de la película. “Manuk y Gypsy Kumbia Orchestra nacieron al mismo tiempo”, revela su madre, Carmen Ruiz, coreógrafa y cofundadora de la orquesta. La película revela al público una mirada trasparente y a la vez profunda sobre los orígenes y los primeros artistas de Gypsy Kumbia Orchestra. Tras varias presentaciones exitosas en festivales en América Latina y Europa, el filme se puede ver en línea desde el pasado 14 de agosto.

Años después de la grabación de esas imágenes en Montreal de año 2012, aquel bebé se convertirá en el narrador del filme de Oscar Ruiz Navia. “Yo soy Manuk Aukán, el guerrero de la primavera”, dice en la película el niño Manuk que ya cumplió seis años. El español que habla tiene acento de Cali (Colombia), herencia de su madre, Carmen Ruiz, y su padre, el cantante Sebastián Mejía. Con la voz del niño unida al filme, la obra transita por el periplo musical que hizo Gypsy Kumbia Orchestra (GKO) en el año 2014 en Colombia.

El reconocido cineasta internacional, Oscar Ruiz Navia, acompañó a los diecisiete artistas de la orquesta a lo largo de la gira. Señal de la conexión que se establece con los miembros de GKO, la cámara se volvió, por así decirlo, en parte integral del viaje.

Con el pasar de los días, el relato de la gira da progresivamente lugar a la trama narrativa de un espectáculo escrito y puesto en escena por el grupo ya con el objetivo de realizar un filme. El cineasta vino a Montreal en 2017 para rodarlo. De la cotidianidad del itinerario colombiano a la metáfora sociopolítica conducida por la ficción se encuentran dos pueblos imaginarios. El séptimo arte se desliza como en una partitura de los ritmos festivos de la GKO.

Gypsy Kumbia Orchestra: Arte en movimiento

Mientras que se preparaba la difusión y el estreno del filme, una marcha atraviesa las calles de Rosemont en una tarde soleada. En sus balcones, los residentes se asoman como un público entusiasta, numeroso y respetuoso del distanciamiento social de estos tiempos. Se avista entre todos a Manuk, a sus padres y otros artistas también presentes en aquella gira que retrata el filme Fait Vivir.

“La pandemia no nos detendrá, lanza alegremente Regina Reichherzer, percusionista de GKO. Para nosotros el arte es más esencial que nunca y ahora es el momento de la creación”.

De hecho, el espíritu de intercambio popular y de convivencia se encuentra en el origen mismo del grupo. Este viene de un arduo trabajo de exploración de la danza, que ha conducido a un movimiento artístico.

“La salsa es popular en Colombia. Se puede bailar en familia en casa como se hace en Montreal— al menos hace diez años—  se bailaba sobre todo salsa casino”, agrega Sebastián Mejía. Entonces, quise dar sitio a un acercamiento más libre organizando eventos, a los que bautizamos como Salsa Descalza”.

Un proyecto que combina la percusión y la danza cobra vida. “Pusimos en práctica rápidamente un espíritu pedagógico popular, del cual hicimos talleres abiertos al público”, nos explica Sebastián Mejía. “Luego viajamos dentro de Quebec, a Cuba y a México”.

Gypsy Kumbia Orchestra
Algunos artistas de la GKO en una callejuela del distrito de Rosemont. Foto: Carmen Ruiz

El músico Sebastián Mejía señala que estas iniciativas dieron lugar enseguida a una multitud de ideas y distintos trayectos. “Carmen y yo teníamos como proyecto ir a Europa del Este, habíamos escrito un espectáculo de clown, teniendo como objetivo descubrir la cultura de los Balcanes”, recuerda. “Con el nacimiento de Manuk, tomamos otro camino y fue gracias a una subvención para artista emergentes que nació Gypsy Kumbia Orchestra”.

Artista de danza contemporánea de renombre, Sonia Bustos es una de las fundadoras de GKO.  “Como intérprete, creadora, estas colaboraciones con músicos o incluso con artistas circenses, me han llevado a algo especial. Los trajes que llevamos pertenecen al folklore afrocolombiano, constituyen un elemento coreográfico y visual espectacular el cual he descubierto al ser parte del grupo”.

En efecto, la dimensión colectiva constituye un lazo esencial de GKO. El conjunto reagrupa cerca de una veintena de artistas y el filme permite descubrir esta sinergia, llevada aquí a través del encanto del viaje y sus encuentros. Numerosas son las imágenes que se fusionan en la pantalla: como en el Carnaval de Cali, donde el grupo recibe una calurosa acogida durante incursiones en los pueblos de la cordillera de Ipiales. Ciertamente, el relato siembra con creces las ganas de crear y, por supuesto, de descubrir en alguna oportunidad Colombia.


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Viaje original

Como el periplo en sí mismo, el filme dibuja la gran fuerza dentro del camino de regreso al país natal efectuado por la pareja que forman Carmen y Sebastián.

Un camino que traduce brillantemente la apuesta del grupo en su búsqueda por profundizar su relación con la cumbia. Más allá del baile, esta inspiración carga un sentido histórico vital unido la lucha social colombiana.

Los artistas hicieron de este viaje un encuentro con grandes maestros musicales. “La cumbia constituye un movimiento mestizo”, afirma Sebastián Mejía. “Se trata de una expresión muy importante en toda América Latina y este recorrido nos ha permitido regresar mejor que nunca a la fuente de esta tradición”.

Gypsy Kumbia Orchestra
El lanzamiento online se realizó el 14 de agosto con el apoyo de la Cinemateca de Bogotá. Imagen: GKO

Con ese vigor, la GKO se constituye como un embajador de Quebec.

“Se trata de un filme muy poético”, subraya a coreógrafa Carmen Ruiz. Fuera de la mirada cándida de un niño, existe una memoria compleja que se yuxtapone a la narración de Manuk”.

Una dimensión fantástica es parte del espectáculo: se pone en escena un enfrentamiento entre el pueblo ficticio de Macondo y el de Girovagos. Como retazos de imágenes de ensueño, con mucho tacto, las secuencias están plenas de color y sentido. “Yo diría que la escritura de este espectáculo cinematográfico lleva la huella de la guerra en Colombia”, sostiene Sebastián Mejía. “El nuestro es también en sí un trabajo de resiliencia, como bien expresa el filme de manera sutil”.

Para Anith Gosh, director musical y violinista de la orquesta, “el cine de Oscar Ruiz Navia es el cine de testimonio. En lugar de imponer un sentido directo, su cine propone una observación ofreciendo al público posibilidades de sacar su propia conclusión”.

Carmen Ruiz afirma que el viaje jugó un papel fundamental para el grupo. La aparición del Fait Vivir es oportuna en estos tiempos de crisis sanitaria.“Somos un movimiento capaz de ajustarse a diferentes ritmos. “Encuentro muy inspiradora la imagen del caracol, que representa para mí un símbolo de resistencia”, finaliza.


Artículo publicado originalmente en francés en Hispanophone. Traducido por César Salvatierra

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