El Massey Hall de Toronto y el mejor concierto de jazz de la historia

En 1953 se reunieron en el mítico teatro de Toronto Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Bud Powell, Max Roach, Charlie Mingus. De una caótica actuación surgió «Jazz at Massey Hall», uno de los mejores discos en directo de la historia del jazz.

Jazz at Massey Hall
Charlie Parker, uno de los mejores saxofonistas de la historia, se reunió en Toronto con el trompetista Dizzy Gillespie, el bajista Charles Mingus, el pianista Bud Powell y el baterista Max Roach.

Era una noche predestinada a ser un absoluto desastre pero acabó siendo uno de los mejores conciertos de la historia del jazz. Ocurrió en el Massey Hall de Toronto un 15 de mayo de 1953. Fue una de esas sesiones en las que todos los elementos se conjuraron, en contra de cualquier lógica, para desatar una tormenta de inspiración, conspiración y creatividad. Un momento único e irrepetible. En un arte como el jazz, en el que el talento, la técnica y la improvisación no siempre maridan bien, a veces los peores presagios son la antesala de un acontecimiento mágico.

El viejo teatro torontoniano, inaugurado en 1894 pero profundamente renovado en 1940 (ahora está sometiéndose nuevamente a una ambiciosa rehabilitación), forma parte de la cartografía de lugares sagrados del jazz desde aquella noche primaveral de 1953. En esta religión pagana los escenarios que acogieron los grandes conciertos se convierten pronto en lugares de peregrinación y culto. Y no hay duda de que lo ocurrido en el Massey Hall fue, en cierta medida, un milagro o, por lo menos, un hecho sobrenatural.

El espectáculo iba a reunir a algunas de las estrellas más grandes del nuevo jazz: el Bebop había revolucionado los esquemas del jazz clásico y había permitido impulsar la carrera de grandes músicos gracias a los solos y las improvisaciones. Ya no era tanto una música de conjunto como un conjunto de músicos combinando sus destrezas sobre una armonía. Todo lo demás era una vibrante y gloriosa anarquía sonora.

Charlie Parker, uno de los mejores saxofonistas de la historia, se reunió en Toronto con el trompetista Dizzy Gillespie, el bajista Charles Mingus, el pianista Bud Powell y el baterista Max Roach. Si se podía armar un dream team de jazz en aquellos años, aquí estaba. Pero el destino quiso que aquella reunión única de los fundadores del bebop se encontrara con una competencia inesperada: la pelea por el mundial del peso pesado entre el mítico Rocky Marciano y Jersey Joe Walcott en Chicago. El mismo día y a la misma hora. Los miembros de The New Jazz Society de Toronto, organizadora del concierto, no daban crédito. Tanta mala suerte solo podía acabar en debacle.


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El combate afectó fatídicamente a la asistencia al Massey Hall, que estuvo lejos de colgar el cartel de “Sold Out”. El concierto fue un fracaso económico, solo se vendieron 700 de las 2.500 entradas disponibles. El boxeo era en aquellos años uno de los deportes más seguidos en Norteamérica y el jazz, que estaba viviendo un nuevo renacer gracias a tipos como Parker, Gillespie o Mingus, apenas podía aspirar a competir en igualdad de condiciones. Entre las muchas anécdotas que se recuerdan de la noche de Toronto hay una que hace innecesaria cualquier otra explicación: el mismo Dizzy Gillespie se ausentó del escenario en varias ocasiones para informarse entre bastidores de la evolución del combate entre Marciano y Walcott.

Cartel del concierto celebrado el 15 de mayo de 1953 en Toronto.

Un quinteto a punto de implosionar

No fue el único que parecía tener la cabeza en otro lugar. Bud Powell acababa de salir del sanatorio mental de Creedmore y actuó completamente borracho. Charlie Parker (que aparece en la portada original del álbum como «Charlie Chan» porque estaba obligado por un contrato de grabación con Mercury Records) llegó tarde y tocó un saxo alto de plástico adquirido en el último minuto en una tienda de Toronto porque había vendido su instrumento habitual para comprar heroína. En el descanso cruzó al bar de enfrente, el Silver Rail, para beber dos copas de whisky. Por si fuera poco, Parker y Gillespie, viejos conocidos, se encontraban en uno de los peores momentos de su relación personal cuando se reencontraron en Canadá.

En 1953 Parker, de 33 años, estaba sumido en una espiral autodestructiva de drogas y alcohol. Dos años antes había perdido su licencia de cabaret en Nueva York, lo que le complicaba las cosas para actuar en los clubes de su país. Esa fue una de las razones por las que el 15 de mayo de 1953 reunió a sus amigos en Toronto. Los críticos suelen coincidir en que esta fue la última vez en la que Bird (su apodo más popular) estuvo a la altura de su talento, la última vez que la inspiración le vino a visitar en el escenario. Moriría apenas dos años después.

Era la crónica de un desastre anunciado pero lo que ocurrió después ya forma parte de la leyenda del jazz. ¿Por qué el concierto del Massey Hall está considerado como uno de los mejores de la historia? Hay muchas razones: las atípicas circunstancias que rodearon a aquella actuación, el contexto de la época, la extraña complicidad de los músicos sobre el escenario y un momento de inspiración que no atiende a razones. Algunas explicaciones posibles van más allá de lo meramente musical; no es cuestión de técnica y ejecución.

Una grabación imprevista y un disco legendario

Finalmente hay una circunstancia objetiva que sirve de envoltorio a tantos vaivenes del azar; el propio Charles Mingus decidió grabar el concierto y publicarlo después, tras un pequeño trabajo de edición, en el sello que había fundado el año anterior con Max Roach, Debut Records. De hecho, Mingus tuvo que regrabar la parte de su bajo porque el sonido original fue registrado pésimamente. Si al contrabajista no se le hubiera ocurrido encender el magnetofón aquella noche, ese momento inmortal se hubiera perdido para siempre y con él la materia de su leyenda.

Massey Hall
Una imagen del exterior del Massey Hall a principios de la década de los 70. Foto: City of Toronto Archives

Pese a todas las limitaciones técnicas, las imperfecciones en el sonido y los desajustes, Quintet’s Jazz at Massey Hall se convirtió en una de las mejores grabaciones de jazz en vivo de la historia. Y, como colofón, en lo que muchos han considerado como “el canto del cisne del bebop”. Miles Davis y su jazz modal estaban a punto de irrumpir en escena.

El quinteto se dejó arrastrar por la influencia hipnótica de un Parker tocado esa noche por los ángeles. Desde el primer acorde de “Perdido”, el standard compuesto por el trombonista puertorriqueño Juan Tizol Martínez con el que abrieron la velada, la magia fluyó en el escenario del Massey Hall de una manera tan intensa que parece que esos cinco músicos habían tocado toda la vida juntos. Pero, en realidad, era la primera vez que lo hacían. Y la última.

Aquello que había comenzado con trazas de tragicomedia acabó, como no podía ser de otra forma, como el rosario de la aurora. Dick Wattam, el promotor del concierto, amenazó a los músicos con no pagarles lo acordado tras el fracaso de taquilla y su indecoroso comportamiento. Esa fue una razón de peso para que Mingus decidiera editar meses después el disco. Estaba harto de que a los músicos de jazz, en especial a los músicos negros, se les negara con irritante frecuencia lo pactado.


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El crítico del Globe and Mail, Robert Fulford, escribió al día siguiente un artículo implacable en el que criticaba desde la actitud poco profesional de los músicos hasta su manera de vestir. Se olvidó de lo esencial, de lo que había sonado. Para que la música interpretada en Toronto por ese quinteto irrepetible adquiriera la condición de leyenda tuvo que pasar un tiempo. Suele pasar con todos los grandes clásicos, no importa el género.

El poeta afroamericano y crítico musical, A.B. Spellman, señaló hace unos años en una tertulia en NPR que: “no sé cuál podría ser el mejor concierto de jazz, pero este es ciertamente un concierto de jazz que fue histórico. Estos músicos no habían tocado juntos nunca. De hecho, no creo que los cinco hayan grabado alguna vez juntos. Esto los reunió a todos, los gigantes del bebop”.

Después de la grabación original publicada por Debut Records se editaron otros discos, como un álbum doble que incluía el magnífico trío de piano de Bud Powell con Mingus y Roach que había actuado antes del quinteto y que Mingus no quiso incorporar en su edición canónica. Lo titularon The Greatest Jazz Concert Ever. La hipérbole es bien merecida, porque en aquel momento cada uno de los músicos que estaban sobre el escenario del Massey Hall era considerado el principal innovador instrumental dentro del movimiento bebop.

La revista “Todo Jazz” destaca que todos los músicos se dedicaron a tocar “unos solos absolutamente espléndidos. Charlie Parker suena como si tocara un saxofón de oro. Bud Powell toca con la mayor de las concentraciones. Dizzy Gillespie está inmenso, los mismo que Max Roach y Charles Mingus”.

A.B. Spellman afirma que Quintet’s Jazz at Massey Hall debe ocupar un lugar en la discoteca de cualquier aficionado a la música: “no solo son Charlie Parker y Dizzy Gillespie, sino también Bud Powell, Max Roach y Charlie Mingus. Mingus y Max Roach grabaron accidentalmente este concierto que, pese a todo, ofrece un conjunto fabuloso, fabuloso”.

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Juan Gavasa
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Journalist, entrepreneur, writer and Spanish publisher with more than twenty-five years of experience in the field of communications: radio, print and digital. He is a founding member of Lattin Magazine and co-founder of XQuadra Media, a Toronto-based communications startup dedicated to developing creative and strategic content. He has been Editor-in-Chief of PanamericanWorld, a bilinual online information platform created in Toronto with the aim of establishing links between Canada and the Americas. In 1996, he co-founded the communication company Pirineum Multimedia in Spain, dedicated to the development of communication strategies, management of communication projects for private and public companies, web development, cultural events and publishing and advertising production. He specializes in editorial management and is the author, co-author and coordinator of more than twenty books and travel guides.