ELECCIONES ONTARIO 2018
Las claves de la contundente victoria de Doug Ford

El deseo de cambio por el desgaste liberal tras 15 años en el gobierno, la impopularidad de Kathleen Wynne, el estancamiento de la economía y un mensaje simple, directo y populista se han impuesto a la polémica trayectoria del conservador Doug Ford y le han dado una cómoda mayoría para gobernar los próximos cuatro años.

Doug Ford celebra su victoria electoral en Ontario. Foto: Doug Ford / Flickr (CC)

El líder del Partido Conservador Progresista, Doug Ford, será el nuevo premier de Ontario tras ganar este jueves por mayoría absoluta las elecciones celebradas en la provincia. La contundente victoria de Ford, que logró un total de 76 escaños (49 más de los que tenían los conservadores), ha hecho saltar en pedazos las predicciones de las encuestas, que hasta el último momento le situaban prácticamente empatado con la candidata del NDP, Andrea Horwath. Horwath, con 40 escaños, encabezará la oposición oficial gracias a sus buenos resultados y a la debacle del Partido Liberal, que pierde no solo el poder, después de 15 años en el gobierno, sino también a su líder, Kathleen Wynne. Tras obtener tan solo siete escaños (el peor resultado de la historia para los liberales en la provincia), la hasta ahora primera ministra renunció a su cargo al frente del partido en la misma noche electoral. La jornada fue también histórica para los Verdes de Mike Schreiner, cuya victoria en Guelph les permitirá sentarse por primera vez, con un escaño, en el Parlamento de Queen’s Park.

La mayoría de los analistas políticos coinciden en atribuir el triunfo de Ford, nacido en Etobicoke hace 53 años, al hecho de que el candidato conservador haya conseguido capitalizar el deseo de cambio de una mayoría de votantes castigados por la mala situación económica, cansados del status quo liberal, y opuestos, a menudo de un modo casi visceral, a una Kathleen Wynne que, más allá de sus logros como premier, nunca disfrutó de altas cotas de popularidad ni supo distanciarse de los escándalos que plagaron el gobierno de su antecesor en el cargo, Dalton McGuinty. Una buena parte de los votos habrían provenido asimismo de electores que, sin situarse especialmente a la derecha del espectro político, no deseaban cuatro años más de gobierno liberal, pero tampoco confían lo suficiente en las propuestas, en teoría, más a la izquierda, del NDP. En este sentido, es probable que, una vez descartada la opción de Horwath, muchos votos hayan sido más contra Wynne que a favor de Ford.

La victoria de Ford puede tener que ver también con el hecho de que sea considerado por muchos como una especie de outsider en su partido. Así, es posible interpretar los resultados electorales más como un regreso por la puerta grande de la llamada ‘Ford Nation’ y de sus valores (las promesas estrella de Ford giran invariablemente en torno a bajadas o eliminación de impuestos, empezando por las demonizadas tasas medioambientales a las emisiones de carbono, un asunto especialmente sensible para un sector de la población tradicionalmente escéptico con el cambio climático), que como un viraje de la provincia a los valores más clásicos y ortodoxos del Partido Conservador. No hay que olvidar que Ford cogió las riendas del partido apenas el pasado mes de marzo, cuando los conservadores estaban descabezados y en mitad de una grave crisis interna tras el escándalo que provocó la retirada de su anterior líder, Patrick Brown.

Además de estos factores estructurales, Ford ha cimentado su victoria en cinco aspectos igualmente importantes: un mensaje simple, populista y repetido una y otra vez («los impuestos nos están ahogando», «vamos a ayudar a las familias que trabajan duro», «vamos a hacer que el dinero se quede en vuestros bolsillos» ); la imagen de un candidato cercano a la gente y alejado de las ‘élites’ («uno de los nuestros»);  guiños a los pequeños y medianos empresarios (congelación de la subida del salario mínimo, reducción de las tasas corporativas, «Ontario vuelve a estar abierto para los negocios»); concesiones a los sectores más conservadores (eliminación del temario escolar actual sobre educación sexual, vaguedad y ausencia de compromisos con respecto a la regulación del cannabis); y, sobre todo, un programa en el que no acaba de concretar de dónde va a sacar el dinero para financiar sus promesas (además de bajar los impuestos, Ford asegura que reducirá el precio de la gasolina, el de la de la factura de la electricidad y hasta el de la cerveza, y promete eliminar el déficit, a pesar de que se ha comprometido a invertir miles de millones de dólares en proyectos de transporte público e infraestructuras).

Como señala a la CBC Myer Siemiatycki, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Ryerson, «Ford tenía un producto muy sencillo, y lo ha estado vendiendo más barato que nadie». Lo ha vendido, además, asesorado por un eficaz equipo de estrategas que, al mantener bajo mínimos las comparecencias del líder conservador ante los medios, ha logrado evitar muchas situaciones en las que el candidato podría haber cometido errores o verse sometido a preguntas incómodas. Con las encuestas de cara durante buena parte de la campaña, Ford entendió, además, que tampoco era necesario correr el riesgo de ser demasiado preciso acerca de sus propuestas y promesas, algo que probablemente habría dado munición a los ataques de sus oponentes. Una vez que Wynne tiró la toalla al reconocer, a menos de una semana de los comicios, que no tenía opciones, Ford solo tuvo que seguir aplicando su fórmula unos días más.

Con este cóctel, Ford, a quien nadie auguraba un futuro político relevante hace tan solo unos meses, ha conseguido pasar página, de momento, sobre los escándalos que precedieron a su nominación como candidato, sobre las acusaciones referidas a su escasa preparación, sobre las disputas legales con su propia familia que salieron a la luz en los últimos días de la campaña y, especialmente, sobre sus polémicos años en el Ayuntamiento de Toronto, tanto a la sombra de su hermano Rob durante el caótico gobierno del fallecido alcalde (a cuyo legado no dudó en rendir un emocionado tributo en su discurso la noche electoral), como desde su puesto como concejal, con sus posturas a favor de la privatización de parte del servicio de basuras o de reducir el presupuesto de varias oficinas municipales.

En cualquier caso, y pese a tratarse de una victoria incuestionable, tampoco se puede afirmar que Ford haya arrasado por completo a sus rivales, como podría pensarse tras echar un vistazo rápido a la nueva distribución de los escaños en Queen’s Park, o al mapa de los resultados de los comicios en el área metropolitana de Toronto (el GTA), con ese gran mar azul en el que tan solo el corazón más urbanita de la ciudad emerge como una pequeña isla naranja y roja. Aparte del hundimiento de los liberales, del escaño histórico de los Verdes y de la evidente subida de los conservadores en el GTA y en muchos distritos del mismo Toronto, las elecciones han demostrado también que una buena parte de Ontario confía en el NDP, y que sus opciones futuras de victoria son sólidas, especialmente si Ford no es capaz de cumplir sus promesas.

Los porcentajes del voto popular (antes de aplicar la ley electoral que los traduce en escaños en el Parlamento provincial) demuestran que la ventaja de Ford, aún siendo muy importante, no ha sido tan abismal: los conservadores obtuvieron el 40,63% de los votos; el NDP, el 33,69%; el Partido Liberal, el 19,30%; y los Verdes, el 4,62%. Con estas cifras, alrededor del 56% de los votantes en Ontario siguen situándose en posiciones de izquierda o centro izquierda, lo que, al margen incluso de la evolución de la economía, sin duda tendrá consecuencias en el caso de que el gobierno de Ford opte por un mandato de fuerte contenido conservador en el aspecto más ideológico y cultural. Habrá que ver ahora si el Partido Liberal es capaz de reconstruirse después de este duro golpe, y si la veterana Andrea Horwath, que nunca había estado tan cerca de la victoria, tiene ánimo y energía para aguantar cuatro años más, después de casi una década al frente del Nuevo Partido Democrático.

Compartir:
Miguel Máiquez
miguelmaiquez.com | Contactar
Journalist, Lattin Magazine editorial board member, and former web editor at the Spanish newspaper 20 Minutos, where he also served as Chief Editor and contributed in-depth analysis of mainly international current affairs. He started his career —more than 25 years working as a journalist, editor and writer— at La Opinión de Murcia, and has also worked, among other media, at the Canadian newspaper El Popular. He runs a blog about the Middle East, and another blog with fiction stories. He is also a translator and a Spanish language teacher. In Toronto since 2007, he colaborates as a media advisor with several organizations in the Latin American community.