La masacre de la Escuela Politécnica de Montreal, la gran tragedia canadiense

Geneviève Bergeron, Hélène Colgan, Nathalie Croteau, Barbara Daigneault, Anne-Marie Edward, Maud Haviernick, Maryse Laganière, Maryse Leclair, Anne-Marie Lemay, Sonia Pelletier, Michèle Richard, Annie St-Arneault, Annie Turcottey Barbara Klucznik-Widajewicz. Estos son los nombres de las 14 mujeres masacradas el 6 de diciembre de 1989 en la Escuela Politécnica de Montreal. La masacre estimuló muchas campañas para acabar con la violencia masculina contra la mujer.

La placa conmemorativa que recoge el nombre de todas las víctimas del atentado.

Un lluvioso y gélido 6 de diciembre de 1989 un joven irrumpió con un arma en un aula universitaria en la École Polytechnique de Montreal. Fue el comienzo de una de los episodios más trágicos de la historia reciente de Canadá, que culminó con el asesinato de 14 estudiantes, todas ellas mujeres, y el suicidio de su ejecutor. Los alrededor de sesenta estudiantes de ingeniería que se encontraban en ese momento en la primera aula apenas tuvieron tiempo de reaccionar. El individuo armado ordenó salir de la sala a los hombres y de inmediato comenzó a disparar a las mujeres. En ese primer ataque seis estudiantes fueron asesinadas y tres quedaron gravemente heridas.

El asesino, Marc Lépine, de 25 años, estaba armado con un rifle Mini-14, que había obtenido legalmente, y un cuchillo de caza. A Lépine se le había negado la admisión en la École Polytechnique y eso desató su ira, que canalizó hacia las mujeres pues consideró que éstas estaban usurpando las posiciones tradicionalmente ocupadas por los hombres. Su frustración desencadenó una orgía de violencia que marcó para siempre la vida del centro educativo y la conciencia de miles de mujeres canadienses. La afamada periodista canadiense Naomi Klein suele recordar que su conciencia política y su militancia feminista despertó tras la masacre de la Escuela Politécnica. Antes de abrir el fuego, Lépine gritó: «¡Sóis un puñado de feministas y odio a las feministas!» Una estudiante, Nathalie Provost, le respondió: «Yo no soy feminista, nunca he luchado contra los hombres». Lépine la disparó de todos modos.

El pistolero continuó su cacería por otras aulas de la Escuela, que conocía bien. Se desplazó a través de los corredores de la universidad y la cafetería hasta alcanzar otra sala, específicamente destinada a alumnas. Lépine asesinó en ese lugar a otras ocho mujeres, hirió a diez y en el fuego cruzado sufrieron el impacto de las balas cuatro hombres.

Francine Pelletier, una activista feminista y columnista del periódico La Presse de Montreal, reconoció sentirse «totalmente asolada» al conocer la masacre, pero no podía ni siquiera imaginar que su nombre aparecía en una lista encontrada por la policía en el bolsillo del asesino. «Casi ha muerto hoy», decía la nota. «La falta de tiempo (porque empecé demasiado tarde) ha permitido a estas feministas radicales sobrevivir».

Inmediatamente después de la masacre comenzó un acalorado debate en los medios de comunicación canadienses sobre las verdaderas razones que llevaron a Lépine a cometer semejante crimen. Muchos comentaristas de medios dudaron en calificar lo sucedido como un feminicidio y prefirieron interpretar que el asesino era un loco y que las mujeres simplemente estaban en el camino, en lugar de ser específicamente atacadas por su condición de género. Un psiquiatra del hospital Hôtel-Dieu de Quebec fue citado en La Presse afirmando que Lépine era «tan inocente como sus víctimas y él mismo víctima de una sociedad cada vez más despiadada». El caso es que la tragedia de la Escuela Politécnica abrió paradójicamente un período de crecimiento significativo de los grupos de derechos de los hombres, según reconoce Martin Dufresne, fundador de Men Against Sexism, un grupo especialmente activo en el momento de la masacre.

La policía se negó a publicar la nota de suicidio del asesino, argumentando en una conferencia de prensa que podría inspirar matanzas similares de imitadores. Fue esta ocultación de los verdaderos motivos de Lépine lo que hizo que Pelletier se propusiera conseguir por todos los medios aquella nota. Meses más tarde alguien se la envió de forma anónima. «¿Quisiera observar que si me suicido hoy no es por razones económicas… sino por razones políticas», decía. «Porque he decidido enviar a las feministas, que siempre han arruinado mi vida, a su Hacedor… He decidido poner fin a esas arpías». Las intenciones del asesino no admitían ni interpretaciones psicológicas ni estrategias policiales de ocultamiento.

Mélissa Blais, profesora y estudiante de doctorado de la Universidad de Quebec, es la principal estudiosa del país sobre el tema de la masacre y su contexto antifeminista. Ella entrevistó en su día a un gran número de mujeres para su investigación, todas ellas activas feministas en 1989, y encontró que muchas se sintieron en cierto modo responsables de lo sucedido en Montreal. «Muchas decidieron callar entonces para evitar más ataques», revela Blais.

«Cuando inicié mi militancia feminista, alrededor del año 2000, me sorprendió ver que algunos todavía eran reacios a hablar en términos políticos sobre el ataque de Montreal. Parecía como si la manera más eficiente de descartar la explicación feminista era reducir todo a la psicología de un solo loco», lamenta por su parte Pelletier.

Ella no tiene ninguna duda de que el crimen de Lépine fue altamente político y considera que sabía exactamente lo que estaba haciendo ese día. «Siempre sentí que esas mujeres murieron en mi nombre, y algunas de ellas probablemente ni siquiera eran feministas», afirma, «simplemente tenían el valor de creer que eran compañeras, no subordinadas de sus compañeros de clase varones», asegura.

El movimiento feminista a favor del aborto se estaba galvanizando en Quebec a finales de la década de los 80. Seis meses antes de la masacre, una mujer quebecois, Chantale Daigle, había logrado una victoria importante al revocar una orden judicial en la corte suprema canadiense, obtenida por su violento ex compañero, que la impedía poner fin a su embarazo no deseado. Más de 10.000 mujeres se manifestaron en las calles de Montreal en apoyo de Daigle.

La masacre estimuló muchas campañas para acabar con la violencia masculina y generó una gran corriente solidaridad internacional. «Yo era una joven feminista desilusionada el 6 de diciembre de 1989. Todo había sido demasiado fácil», dice. «Lo que nos dimos cuenta después de la masacre fue que había habido un resentimiento tranquilo y creciente de muchos hombres hacia las feministas, y para nosotros, un precio enorme a pagar por todo lo que habíamos logrado», confiesa Pelletier.

(Originalmente publicado el 6 de diciembre de 2020. Actualizado el 6 de diciembre de 2021)

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Juan Gavasa
xquadramedia.com, juangavasajournalist.wordpress.com | Contactar
Journalist, entrepreneur, writer and Spanish publisher with more than twenty-five years of experience in the field of communications: radio, print and digital. He is a founding member of Lattin Magazine and co-founder of XQuadra Media, a Toronto-based communications startup dedicated to developing creative and strategic content. He has been Editor-in-Chief of PanamericanWorld, a bilinual online information platform created in Toronto with the aim of establishing links between Canada and the Americas. In 1996, he co-founded the communication company Pirineum Multimedia in Spain, dedicated to the development of communication strategies, management of communication projects for private and public companies, web development, cultural events and publishing and advertising production. He specializes in editorial management and is the author, co-author and coordinator of more than twenty books and travel guides.